Al rescate de la tortuga boba

Un proyecto ha permitido recuperar y monitorizar varios ejemplares de este quelonio, amenazado por la contaminación y la pesca accidental

Liberación de la tortuga «Coco» INÉS BAUCELLS

ESTHER ARMORA

Tras arrastrar varios metros por la arena sus nueve kilos de caparazón, rodeada de bañistas, periodistas y curiosos, Bienvenida, ejemplar de tortuga boba ( Caretta caretta ), se reencontró este verano con el mar después de permanecer más de siete meses en la Fundación para la Conservación y Recuperación de Animales Marinos (CRAM), en El Prat de Llobregat (Barcelona).

Antes de perderse en el azul intenso del Mediterráneo , el quelonio, que fue entregado a la Fundación a finales de 2016 por unos regatistas que toparon con él en alta mar, dedicó a los presentes algunos aleteos de agradecimiento. Coco, otra compañera de su especie, de cuatro kilos, se reunió con ella más tarde tras hacer también los honores a pie de playa. Ambas tortugas forman parte del proyecto de recuperación de estos animales de la Fundación CRAM , financiado por la Fundación Banco Santander y que ha tenido una duración de dos años. La iniciativa, pionera en la conservación de las tortugas marinas que transitan y habitan el Mediterráneo, incluye el seguimiento vía satélite de ejemplares recuperados, lo que permite conocer mejor sus rutas migratorias; la reproducción asistida en cautividad; el tratamiento de los animales dañados con nuevo instrumental antes de devolverlos al mar, así como una campaña de sensibilización dirigida al sector pesquero.

La tortuga boba del Mediterráneo, especie en estado vulnerable de conservación debido a la contaminación, el calentamiento global, la actividad pesquera y la sobreexplotación de las costas, ha mejorado su supervivencia en los últimos años por la introducción de tecnología como las cámaras hiperbáricas, que las trata del síndrome de descompresión . Precisamente esta cámara, especialmente diseñada para la recuperación de las tortugas que presentan este síndrome, conocido como el «mal del buzo», que sufren los humanos cuando ascienden a la superficie de forma brusca y descontrolada, es una de las estrellas del programa, según explicó Teresa Lorenzo, veterinaria del CRAM. «Estos quelonios son capaces de subir a la superficie rápido, sin consecuencias, pero el estrés y la agitación que sufren cuando quedan atrapadas en las redes de pesca o entre los plásticos altera los mecanismos fisiológicos que poseen para prevenir esta dolencia», indicó Lorenzo. Al introducir la tortuga en la cámara, y durante un período de unas 12 horas, se disuelve el nitrógeno presente en las arterias de la tortuga evitando en pocas horas la muerte casi segura del animal afectado.

La cámara hiperbárica ha permitido recuperar ejemplares afectados por el «mal del buzo»

Dicha tecnología, la segunda en España -tras la cámara que posee el Oceanográfico de Valencia-, permitirá, por un lado, recuperar ejemplares de tortuga marina que antes hubieran muerto, y por otro, ponerla a disposición de otros centros de recuperación de toda España . Solo en los seis primeros meses de este año un total de 57 ejemplares de tortugas bobas han muerto en Cataluña atrapadas por plásticos o tras haber impactado accidentalmente con embarcaciones, según precisó el director general de Políticas Ambientales del departamento de Territorio y Sostenibilidad de la Generalitat catalana, Ferran Miralles.

En el marco del proyecto ya se ha seguido vía satélite a cinco tortugas, que han arrojado mas de 3.390 posiciones registradas en el mapa. Mascletà, una de las veteranas, fue encontrada la noche de la verbena de San Juan de 2016 en la playa de Castelldefels, próxima a las instalaciones del CRAM. Tras ser recuperada, fue devuelta al mar e inició una larga ruta de tres meses que la condujo de Menorca hasta Argelia. Se le perdió el rastro porque se le cayó el sensor.

Luna, otro ejemplar del proyecto, al que tuvo que amputársele una extremidad tras quedar atrapada en un plástico, también fue devuelta al mar. Recorrió todo el Mediterráneo hasta llegar a Canarias, donde aún permanece. En el proyecto se han estudiado también los hábitos reproductivos de la especie. De hecho, según avanzaron fuentes de la Fundación CRAM, uno de los objetivos actuales en mente es, «más a largo plazo», la cría en cautividad .

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