Casi 11.000 cotos españoles participan en programas de conservación de especies

La caza supone una herramienta más en la gestión ambiental de la que se benefician el lince, el oso o el urogallo, según un informe

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Cerca de 11.000 cotos en toda España participan en programas de conservación de especies protegidas como el lince, el oso, el urogallo o el águila imperial. La cifra supone que uno de cada tres cotos trabaja en la recuperación de estos animales, según concluye el «Informe de impacto socioeconómico de la caza en España», elaborado por la consultora Deloitte para la Fundación Artemisan , una organización privada sin ánimo de lucro integrada por Federaciones de Cazadores, propietarios privados de fincas, empresas y particulares.

El documento señala que los terrenos cinegéticos «son ideales para la recuperación de especies» por su gestión , ya que suelen seleccionarse para trabajar con las especies más delicadas, como el lince.

Para el presidente de la Fundación Artemisan, José Luis López-Schümmer, la caza supone una actividad «legal, legítima y, sobre todo, necesaria», sin la que se perdería el equilibrio de los ecosistemas .

Así, la organización considera «imprescindible» el control de poblaciones de algunos animales -como el caso del jabalí -, así como el manejo que desarrolla el sector cinegético para mejorar el entorno.

López-Schümmer recuerda, también, que la caza es el principal inversor privado en todo lo relacionado con la conservación del medio ambiente , con más de 230 millones de euros anuales y añade que muchos Parques Nacionales y la mayoría de espacios protegidos en la actualidad fueron, en sus orígenes, cotos de caza. Por último, el presidente destaca que, «precisamente», el aprovechamiento sostenible de especies cinegéticas y su cuidado han contribuido a que lugares de un alto valor ecológico hayan llegado hasta la actualidad.

En ese grupo incluye al Parque Nacional de Picos de Europa (Asturias, Castilla y León y Cantabria), al Parque Regional de la Sierra de Gredos (Ávila), al Parque Nacional de Doñana (Andalucía), al Parque Nacional de Monfragüe (Cáceres), al Parque Nacional de Cabañeros (Ciudad Real) y a la Reserva Natural de las Lagunas de Villafáfila (Zamora), entre otros.

El informe de Deloitte constata, también, que la caza mayor constituye «una herramienta más dentro de la gestión ambiental», ya que ciertas especies de ungulados, como los ciervos y arruís, ayudan a paliar los efectos negativos de la desaparición de la ganadería tradicional en extensivo mediante la ingesta de hierbas y alimentos que solían forrajear vacas, ovejas y cabras, lo que contribuye a mantener hábitats como la dehesa y otros en media y alta montaña, además de a prevenir los incendios .

En ese sentido, el informe sugiere, del mismo modo, que las piezas de caza mayor proporcionan alimento a aves carroñeras, como los buitres. Y, en el caso de la caza menor, estima que su gestión y conservación resulta «imprescindible» para que especies protegidas como águilas y linces puedan encontrar la alimentación que necesitan para su supervivencia.

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