Matar a un ejemplar de oso panda se castiga con la pena capital o cadena perpetua en China
Matar a un ejemplar de oso panda se castiga con la pena capital o cadena perpetua en China - MIGUEL ÁNGEL BARROSO
QUEDAN MENOS DE 2.000

Panda gigante: un asunto de Estado en China

Amenazado por la pérdida de hábitat, la caza furtiva y la endogamia, el oso panda está en el límite de su supervivencia. En Sichuan trabajan por su futuro

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Jean Pierre Armand David no sospechaba ni de lejos que aquel día, 1 de abril de 1869, su nombre se inscribiría en la historia de las Ciencias Naturales merced a su inopinado descubrimiento: el del panda gigante. Un hallazgo, a día de hoy, notablemente carismático, cuyas connotaciones emocionales, eclipsando de largo a las científicas, le han conquistado a este curioso plantígrado celebridad mundial.

Siete años antes, el padre David, misionero católico y naturalista francés, había sido comisionado por el Museo de Historia Natural de París para recoger muestras zoológico-botánicas en China. Rumbo al Lejano Oriente, el entonces joven lazarista inició los viajes científicos -tres en total- que le iban a convertir en explorador y en uno de los más grandes estudiosos decimonónicos de la naturaleza.

Entre 1862 y 1874, David recorrería a pie lugares recónditos, primeramente en Mongolia occidental, coleccionando sin desmayo decenas de especímenes animales y vegetales a lo largo y a lo ancho del Celeste Imperio.

Misterio zoológico

A la sazón, guiado por su baquiano, atravesaba el principado de Moupin, en el Tíbet oriental, vasta región en la que ningún científico europeo había puesto jamás el pie. Transcurría su undécimo día de recogida de muestras por el valle de Dengchi, ubicado en la sección media de los montes Qionglai, cuando un cazador local llamado Li le invitó a su casa. Y fue allí, aquel 1 de abril ya señalado, donde realmente dio comienzo esta historia. Porque el padre David se encontró de bruces con el cuero de un animal abatido de notable tamaño, cubierto por una densa pelambre blanca y negra. Y, si bien de entrada pensó que podría pertenecer a una variante albina del oso negro del Himalaya, su instinto de investigador y su mente inquisitiva le pusieron sobre aviso de que estaba ante una especie desconocida.

En las jornadas siguientes, a instancias suyas, Li y los cazadores le trajeron dos ejemplares vivos: un par de cachorros cuyo pelaje bicolor sólo difería del que exhibía el del adulto interfecto en que era menos puro y brillante. El sacerdote francés realizó un informe anatómico preliminar y lo envió a París con la idea de hacer público su hallazgo en el menor tiempo posible. Lo denominó Ursus melanoleucus, estimando que se trataba de un oso blanquinegro; hoy en día se le etiqueta como Ailuropoda melanoleuca.

El «padre» del panda

Ninguna obra de arte tradicional chino lo retrata

Jean Pierre Armand David fue, cabalmente, un acreditado naturalista con amplios conocimientos en Geología, Mineralogía, Ornitología, Zoología y Botánica. Por lo demás, hacía gala de un respeto innato por las gentes y su cultura, lo cual, unido a su actitud afable, le permitió viajar por regiones de China donde los extranjeros rara vez eran bienvenidos. Hoy las Ciencias Naturales le reconocen como el padre del panda gigante, aunque hace cuatro milenios que los chinos conocen su existencia. No obstante, debido a su temperamento huidizo y a que las áreas donde habita se constriñen en zonas montañosas remotas e inaccesibles entre 2.500 y 3.500 metros de altitud, el oso blanquinegro jamás prodigó su presencia ante el ser humano. Prueba de ello es que ninguna obra de arte tradicional chino lo retrata.

Antes de que el padre David lo descubriera, el hoy universalmente famoso plantígrado vivió en total tranquilidad alimentándose de bambú en lo profundo de los bosques, sin que nada ni nadie lo molestara. Desconocemos, aún hoy, datos tan básicos como cuántos viven juntos o cómo sobreviven los jóvenes. Sabemos, eso sí, que son de temperamento solitario, que raramente descienden por debajo de los 2.000 metros y que no hibernan, como pueden hacer otros osos. Se cree que algunos se refugian en guaridas y en los agujeros de los árboles.

Es un ser zoológico primitivo y muy raro

Hablamos de un ser zoológico primitivo, uno de los más raros del mundo, que solamente se encuentra en China. Exceptuando el matiz negro de las cuatro extremidades, las orejas y el contorno de los ojos, su cuerpo es enteramente blanco. Semejante diseño bicolor parece una chirigota de la naturaleza. Los chinos son los primeros en corroborarlo cuando te cuentan que los pandas sueñan con despertarse un día y ver que ya son de colores o que sus 16 horas diarias comiendo y el resto durmiendo les pasan una factura tiernamente manifiesta en sus ojeras. Y, estirando la cuerda jocosa, insisten en que se trata, en realidad, de osos negros revolcados en harina o blancos embadurnados con el hollín de una chimenea. Como quiera que sea, su naturaleza juguetona, su imagen candorosa -asimilable a la de un muñeco de peluche-, su talante bonachón y el hecho de masticar e ingerir entre 12 y 38 kilos diarios de bambú sentado de forma casi humana (es el único plantígrado capaz de hacerlo) mientras mueve las orejas lo han convertido en uno de los animales más entrañables y populares del orbe.

Emblema del WWF

Si a tales rasgos se añade el de la escasez de su población, es fácil comprender por qué Sir Peter Scott, fundador en 1961 del World Wildlife Fund (WWF), el Fondo Mundial para la Naturaleza, y primero de sus presidentes, lo escogió como emblema de dicha organización. Desde entonces el panda gigante representa un fuerte y reconocido símbolo de conservación que traspasa todas las barreras idiomáticas.

Todo panda gigante es, por ley, propiedad de China

Claro que, como tal símbolo, lo es, ante todo, de su país de origen. En la actualidad, según se estima, moran en China unos 1.600 de estos animales en libertad y 200 más en cautividad. Por desgracia para ellos, su especie, amenazada por la pérdida de su hábitat, la caza furtiva y la endogamia, corre innegable peligro de desaparición. Evitar semejante contingencia se ha convertido para el coloso asiático en un asunto de estado, traducido en la adopción de medidas estatutarias. Todo panda gigante, incluyendo sus células reproductivas, es, por ley, propiedad de este país, habite donde habite. Su gobierno, tras la prohibición de exportar ejemplares a finales del siglo pasado, excluyó de los gestos protocolarios de amistad internacional el de regalarlos a los zoológicos extranjeros. Los que hoy en día se hallan fuera de sus fronteras lo están exclusivamente a título de préstamo. Resta decir que en China matar a un oso panda o vender sus pieles (cotizadas en miles de dólares) se castiga con cadena perpetua, incluso con la pena capital.

En su hábitat natural, los pandas viven alrededor de 20 años

Pero el paso decisivo a efectos de proteger lo que hoy se considera un tesoro natural nacional incuestionable -y, de paso, a otros grupos zoológicos en situación similar- fue el establecimiento, en 1987, del Centro de Investigación y Reproducción del Panda en Chengdu, la capital de Sichuan. Precisamente por esta provincia y por las contiguas de Gansu y Shaanxi, en la China central, se extienden las seis cordilleras en cuyas masas forestales medra el panda salvaje, que muy pocas personas tienen la oportunidad de contemplar alguna vez en su estado natural. Un escollo que el citado centro contribuyó a minimizar, como parte de sus funciones y objetivos, abriendo sus puertas al público en 1995. Líderes políticos, dirigentes de altos organismos y personalidades célebres, así como cientos de miles de turistas de todas las procedencias, las han atravesado ya para familiarizarse con los simpáticos osos. Inicialmente contaba sólo con 6 de ellos rescatados de las agrestes alturas. Algo más de dos lustros después, en 2007, acogía ya 110 crías y 60 adultos. En su hábitat natural, los pandas viven alrededor de 20 años, que, en caso de cautiverio, pueden alargarse a 35 como mucho.

El Centro de Chengdu, único de su tipo en el mundo situado en un área metropolitana, se define como una corporación especializada en la investigación y conservación ex situ de animales montaraces raros y en riesgo de extinción, de los que el panda gigante es el paradigma por antonomasia. Premiado por las Naciones Unidas como la mejor institución planetaria para la protección del medio ambiente, cuenta con equipos de expertos en disciplinas tales como Genética Animal, Reproducción y Cría, Medicina Veterinaria y Ecología. De todas ellas, la que marca la pauta de las actividades del Centro es la biología de la reproducción para la vida silvestre amenazada.

Degeneración genética

Aunque están protegidos, continúan estando en peligro

El doctor Fei Lisong, uno de sus especialistas, nos ilustra al respecto: «Estos animales presentan atrofia sexual y otras patologías conexas, que obran en contra de la continuidad de la especie. Además, su apareamiento en cautividad origina endoximia, degeneración genética que acaece entre miembros del mismo linaje cohabitando en número exiguo y en espacios confinados y que se manifiesta mediante alteraciones o malformaciones. No resulta fácil conseguir el nacimiento de una cría normal, algo que sólo ocurre de modo esporádico. Únicamente cuando la población que manejamos haya llegado a los niveles deseados, el Centro orientará sus esfuerzos a que los pandas gigantes se adapten a su medio natural, de modo que sean liberados y puedan repoblar los bosques montanos de donde son originarios».

Aunque estrictamente protegidos, los pandas gigantes continúan estando en peligro. Y de frustrarse la expectativa final apuntada por el doctor Fei Lisong, esta especie, la más popular y más fotografiada entre todas las que afrontan la amenaza de desaparición, quizá esté destinada a sobrevivir sólo en el logotipo de WWF.

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