Ventajas e inconvenientes del cambio automático

Aunque el coste de los cambios automáticos eleva el precio final del coche, merece la pena pagar ese extra a cambio de una conducción más eficiente y segura

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Hace años prácticamente tan sólo los coches que venían de Estados Unidos poseían cajas de cambio automáticas. Eso sí, eran cajas bastante rudimentarias que hacían subir el consumo del coche en bastantes litros aunque como siempre a cambio de un circular más cómodo.

Pero ahora, con los cambios de doble embrague, sobre todo, en la mayoría de los casos podemos reducir el consumo sobre el cambio manual y sobre el cambio automático tradicional.

Entonces, ¿merece la pena un cambio automático?

Mucha gente dice que no les gusta el cambio automático porque les gusta conducir, pero a Fernando Alonso también le gusta conducir y probablemente más que a ninguno y todos sus coches de Fórmula 1 desde hace tiempo tienen cambios automáticos.

Y es lógico. Con el cambio automático, si no disponemos de “levas”, tan solo tenemos que preocuparnos de acelerar y frenar. Y si disponemos de estas, que son dos palancas detrás del volante –en la mayoría de los casos una para subir de marchas y la otra para reducir-, podemos cambiar cuantas veces queramos sin tener que pisar un embrague inexistente (aparentemente, porque el embrague existe aunque no el pedal físico).

Por lo tanto, si merece la pena un cambio automático si podemos gastar ese extra que nos va a costar. Si queremos podemos cambiar nosotros mismos y si no la caja de cambios se encargará de hacerlo por nosotros de una forma mucho más eficiente.

Tres pasos

Eso sí, si venimos de un turismo manual, requiere un pequeño periodo de adaptación. De entrada, con el coche detenido y el freno de mano o estacionamiento puesto (sobre éste, cada vez son más habituales los botones que toman el lugar de las antiguas palancas y del pedal a la izquierda en algunos casos), lo desactivamos pisando el pedal de freno, accionamos el contacto (esto último se puede hacer antes de todo lo anterior) y seleccionamos la posición D (de Drive, o conducir). Entonces retiraremos con cuidado y suavidad el pie del freno para que el coche empiece a moverse, circulando a partir de entonces con toda normalidad.

Hay pequeños matices en función del tipo de cambio automático (los hay mediante convertidor de par, por variador continuo, robotizados...), pero todos cuentan con posiciones P, R, N y D.

P, de Parking, es la posición para bloquear la transmisión al dejar el coche estacionado con seguridad. Por su parte, R es la de Reverse, o marcha atrás; N de Neutral, el punto muerto imprescindible, por ejemplo, para mantener el motor arrancado con todo lo que implica (climatización y dirección asistida activadas...), sin ir más lejos en un túnel de lavado en el que el coche deba avanzar; y D, como decíamos, es Drive, la posición para conducir, para moverse (ojo, con ella puesta el coche siempre avanza según liberemos el freno, porque a fin de cuentas siempre lleva una marcha puesta)

Pulsador de desbloqueo

La palanca de un automático dispone de un botón que la desbloquea para seleccionar el modo de marcha. Hay que tener claro que, aún con el motor en marcha, no podemos pasar directamente de P a R «a las bravas» si el coche no está primero detenido, y además por completo.

Algunos modelos cuentan además con tiradores o levas en el volante para practicar cambios secuenciales. Permiten escoger relaciones más cortas o largas (hay cajas así hasta con 9 velocidades), sin ir más lejos para hacer freno motor en descensos acusados. También transmiten una sensación de control superior del vehículo (digamos que cambias «cuando quieres»).

Pero no te engañes: es muy difícil o tienes que ser muy bueno conduciendo para mejorar la operación del cambio automático recurriendo a estas levas. Y es que la electrónica de la transmisión automática siempre será más rápida que tú y engranará la marcha más adecuada sin fallar en cada instante, hasta en modelos súper deportivos como el Porsche 911 con su caja automática denominada PDK de doble embrague es más rápida que nosotros. Por otra parte, si intentas engranar una velocidad con las levas incompatible con el régimen al que gira el motor en ese instante, el mecanismo no te dejará. Y lo mismo si yendo en «manual» olvidas reducir: el coche lo hará por ti.

El pie izquierdo «atado»

Cuando has aprendido a conducir en un coche manual, es casi inevitable que, al pasar a uno automático, al principio tiendas a usar el pie izquierdo en un intento por apretar un pedal de embrague que, como te contamos, no existe. Y es que en un vehículo automático solo usas el pie derecho, el que acelera y frena, nada más.

Lo malo es que se, mientras el pie «busca» ese pedal, acaba pisando el del freno, que por cierto es más ancho en este modelos. Y lo hará con la fuerza a la que está acostumbrado cuando presiona el embrague de un caja manual, lo que sin duda «clavará» el coche ante nuestro susto y sorpresa y posibilidad de que nos alcancen por detrás. Aunque hay que decir que uno se acostumbra rápido a este tipo de cambio.

De ahí que resulte fundamental ser siempre conscientes, sobre todo durante los primeros días de conducción de un automático: el pie izquierdo quietecito sobre su reposapiés.

Un último apunte: en algunos cambios automáticos hay una posición S en la guía de la palanca. Sirve para apurar más las marchas (S de Sport, o deportivo) ante una conducción más dinámica. Otros cuentan con un botón W indicado para circular sobre firmes de baja adherencia, como nieve, hielo o suelo muy mojado. Y es que arranca el coche con una velocidad más larga (normalmente, segunda) para evitar que pierda tracción y patine en primera, la que mayor par o fuerza mecánica transmite siempre a las ruedas.

Errores y cuidados

Una equivocación que más de uno comete en coches así es llegar a un semáforo y andar pasando la palanca de D a N de continuo o de avanzar los últimos metros por inercia hasta detenerse por completo con la N seleccionada: implica moverse sin control del coche

En todo caso, para detenciones largas selecciona N: si no el convertidor de par estará rozando con un desgaste extra asumible, pero innecesario. De paso, notarás que el coche transmite menos vibraciones

Las cajas automáticas están bañadas en fluido lubricante, vital si son del tipo convertidor de par y doble embrague con embrague bañado en aceite, como la DSG del Grupo Volkswagen . Es importante seleccionar el fluido de transmisión adecuado y respetar sus intervalos de sustitución

Pasa de P a D o de D a R con el coche detenido: estos cambios no están diseñados para cambiar en movimiento y hacerlo somete a sus componentes a una violencia mecánica extrema

Ojo al ser remolcados: te has quedado sin batería, sin gasolina o simplemente el coche se ha averiado y una grúa tiene que «tirar» de coche automático. Pues bien, antes de ser remolcado la palanca debe pasar a N (ojo, estamos hablando del coche con el motor apagado), pues aunque sea por poco moverlo de otro modo acarreará serias averías en la transmisión. Recuerda que si coche es un Jaguar o un Land Rover con selector circular emergente para el cambio automático poner punto muerto exige desmontar las molduras aledañas decorativas si el sistema eléctrico está inutilizado

No uses la P como freno de mano: solo se selecciona esa posición a coche parado, pues de lo contrario descargarás el peso del vehículo sobre la transmisión en vez de sobre los frenos. Esto es especialmente grave en cuestas pronunciadas. Esto provoca una tensión excesiva sobre los componentes de la caja de cambios, propiciando averías prematuras y holguras no deseadas. La forma correcta de hacer las cosas es primero poner el freno de mano, y cuando el coche descanse sobre él, la palanca en P.

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