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Probamos el Tesla Model X, un eléctrico con el que se puede viajar

Permite recorrer hasta 450 kilómetros, que pueden maximizarse gracias a la creciente red de Supercargadores que Tesla está instalando en España

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El Tesla Model X es un coche impresionante, en el sentido puro del término. La RAE lo define como algo «que causa gran impresión, en especial asombro o admiración». Precisamente esa es la sensación que provoca el coche a primera vista, con un salpicadero futurista, dominado por una enorme pantalla de 17", y unas líneas exteriores fuera de lo común, que permiten un coeficiente aerodinámico de 0.24, muy alejado del resto de SUV del mercado.

A ello contribuye también la enorme segunda pantalla situada tras el salpicadero, desde la cual se visualizan las indicaciones del GPS, la regulación del aire acondicionado o la canción que está sonando en la radio o en la cuenta de Spotify Premium que viene asociada al vehículo.

También los materiales empleados —cuero resplandecientemente blanco—, la enorme (más bien descomunal luna delantera, que se extiende prácticamente hasta las plazas traseras), el gran espacio en las plazas delanteras, fruto de la eliminación de la palanca de cambios, integrada en el volante, al más puro estilo americano, y las puertas traseras.

Éstas merecen un punto y aparte: de tipo «ala de halcón», son capaces de detectar si hay un obstáculo cerca para adaptarse en su apertura y cierre y facilitar al máximo el acceso a las plazas traseras. Además, todos los asientos se pueden desplazar para maximizar el espacio o configurar el vehículo para 5, 6 ó 7 pasajeros.

Volvemos a la pantalla central, de 43 centímetros de diagonal, porque es el alma del vehículo. Desde ella se controla prácticamente todo, salvo las marchas, los warning y la guantera, que se controlan mediante sendos botones. Todo lo demás (y es mucho) se hace a través de este dispositivo táctil. Así, permite desde abrir las puertas —delanteras, traseras, maletero trasero y maletero delantero (al ser un coche eléctrico los dos motores y la propulsión están bajo el habitáculo)— hasta mover los asientos, activar el volante calefactado o modificar la suspensión. Ésta tiene cuatro posiciones (muy baja, baja, alta y muy alta) y es inteligente, de manera que si, por ejemplo, seleccionamos dónde hay un bache en nuestra ruta, el coche se adaptará automáticamente la próxima vez que pasemos sobre el.

Además, en esta pantalla se pueden configurar las funcionalidades de asistencia avanzada a la conducción —de las que hablaremos más adelante— y las actualizaciones del vehículo. Unas actualizaciones que ni mucho menos afectan solo al software. Así, en una de las últimas se añadieron más posiciones del climatizador, pasándo de 6 a 11, y el modo de aceleración máxima Ludicrous Plus, que permite acelerar de 0 a 100 en apenas 3,2 segundos —eso sí, tras un precalentamiento que puede durar de 15 a 40 minutos y únicamente cuando la batería está totalmente cargada—.

Este modo, más allá que un guiño deportivo y simpático —al activarlo se inicia una animación que simula la hiperaceleración de la Guerra de las Galaxias y un cartel te avisa si de verdad quieres activarlo, fulminando a cambio la batería, o en cambio «quieres quedarte con tu mamá»— es innecesario en un coche que acelera de tal manera que deja al conductor y a los pasajeros literalmente pegados al asiento.

Estos acelerones, en cualquier caso, merman sensiblemente la duración de la batería, que oficialmente ofrece 545 kilómetros y en realidad alcanza unos solventes 450, suficientes para salir de la ciudad. Algo a lo que también ayuda la red de cargadores que Tesla está incentivando en todo el mundo y también en nuestro país, donde cuando acabe el año habrá 24 Supercargadores en puntos interurbanos estratégicos—que permiten la recarga del 80% en media hora— y más de un centenar de Wallbox, que permiten la carga total en 8 horas, en hoteles, centros comerciales... Opciones de recarga que aparecen en el GPS del vehículo, que calcula las rutas largas en función de ellos e indica con qué porcentaje de la batería llegaremos a sus alrededores.

Para estas rutas largas está especialmente pensado el asistente de conducción Autopilot que, pese a su nombre, no es un piloto automático ni está pensado para funcionar como un vehículo autónomo. No obstante, su desempeño es muy bueno en autovías y en carreteras secundarias con los límites bien pintados, siendo capaz de adaptarse a las señales de velocidad e incluso de adelantar, gracias dos cámaras, una delantera y otra trasera, un radar triangular y varios sensores más alrededor del vehículo. El sistema funciona tras accionar tres veces una palanca situada bajo el volante y, como medida de seguridad, obliga a que puntualmente el conductor toque el volante, evitando así la pérdida de concentración.

Redondean la experiencia de uso detalles como la posibilidad de controlar el coche mediante el teléfono móvil —pudiendo avanzar y retroceder para facilitar el acceso en estacionamientos angostos— y curiosidades como los filtros de aire HEPA, que permiten convertir el habitáculo en un espacio estanco para casos de contaminación o de alerta biológica. En este sentido, mención especial merece la llave, un pequeño Tesla en miniatura que permite, según la parte que se accione, abrir las puertas, el capó o el maletero.

No todos los detalles, sin embargo, son tan positivos. Así, la visión trasera es reducida debido a los respaldos de los asientos posteriores (algo que compensa en parte la espectacular cámara trasera, cuya imagen se puede mostrar en todo momento), y la calidad de algunos plásticos interiores deja que desear, algo que debería ser impensable en un vehículo de semejante categoría y precio. Y es que la unidad probada, un Model X P100D (el número hace referencia a la capacidad de la batería en kWh, la letra D a que tiene dos motores (dual drive) y la letra P a que es la versión tope de gama o Performance parte en España de 115.000 euros.

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