La calle de José Abascal, tradicionalmente atascada, desértica
La calle de José Abascal, tradicionalmente atascada, desértica - maya balanyà

Madrid, una ciudad (casi) cerrada por vacaciones

La crisis ha provocado que muchos madrileños apenas se puedan tomar unos días de descanso, una tónica que repercute en gran parte de negocios

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Las persianas están echadas en el bar de la esquina. Un gesto tan simple como bajar a comprar el pan y el periódico puede llevar unos 15 minutos. Es agosto en la capital y se nota en sus calles y sus comercios. Madrid está vacío, o casi. En Martín de los Heros, pleno corazón de Argüelles, hay una frutería que permanece abierta. «Por la crisis, la gente que se iba ya no se va», explican sus dueños. El cartel donde especifican los horarios (solo abre por las mañanas a lo largo de este mes) sale volando por la desértica calle. Una vecina del barrio lo recoge del suelo y cuenta que solo establecimientos como farmacias o peluquerías siguen abiertas: «Si cierran, los clientes se van a otra tienda, no les compensa».

Mientras que algunos disfrutan de la tranquilidad de la ciudad, otros se quejan. «Está todo cerrado», explica enfurecido un jubilado en Plaza de España. Allí los bares muestran un aspecto similar. En un restaurante de crepes cercano, uno de los pocos abiertos en la calle junto a un kebab, dicen que prefieren no irse porque «viene gente todo el verano», aunque admiten que se nota el bajón. Además, uno de los camareros explica que «en la calle están casi todos cerrados, aunque solo cogen una semana o diez días».

La crisis todavía se nota en la economía madrileña. Muchos trabajadores se turnan en vacaciones para dejar las tiendas abiertas e ir rotando. «Un mes entero pocos españoles lo hacen», asegura un comerciante del barrio de Embajadores. «¿Quiénes están cerrados un mes entero? Nada más que los ricos», añade un anticuario en la calle paralela.

Aunque la ciudad desértica también tiene sus ventajas. La mayor parte de los transeúntes coinciden en que se encuentra aparcamiento con mucha más facilidad y que hay menos colas y aglomeraciones. «Madrid está vacío, pero la poca gente que hay se mueve mucho», asegura una dependienta de la calle de las Huertas, que añadió que «prefiere pasar agosto en la capital». Tanto ella como sus compañeros aseguran que hay una amplia oferta cultural y que, con actividades como las que llevan a cabo desde el Matadero y distintos museos, uno no puede aburrirse.

En cambio, desde otra de las pocas tiendas que quedan abiertas en esa céntrica calle no opinan igual. «Los gatos se quedan solos», comenta una joven. Y la situación es más desoladora, según esta chica, a las afueras de Madrid. En barrios como Sanchinarro o Las Tablas hacer la compra es una tarea imposible fuera de las grandes superficies. «Solo faltan los matojos típicos del desierto», explica una vecina de Sanchinarro.

Abrir «no renta»

Desde muchas de las tiendas que permanecen abiertas en el mes de agosto creen que «no renta», pero que los jefes prefieren abrir. Es el caso de Thomas David, que regenta un comercio de trajes y zapatos de flamenca en la calle del Amor de Dios. «No me queda otra que abrir en verano», confiesa. Aunque apenas tenga clientes, debe tener el local abierto y hacer zapatos para tenerlos en «stock» para los largos meses de invierno.

La situación contrasta con el centro de Madrid. La plaza del Callao o la Puerta del Sol son un ir y venir constante de gente. Las grandes superficies, como FNAC, El Corte Inglés, Zara, H&M o Mango, permanecen abiertas. También los restaurantes céntricos que, como mucho, aprovechan para cerrar una semana. En la plaza del Ángel, unas dependientas de Arroces y Pasta Miranda explican su particular visión de este fenómeno: «Nos han cambiado el modelo de consumo. No es culpa de la crisis sino de los yanquis. Ellos nos han implantado cosas como los ‘take away’ o las tiendas 24 horas», explicaban, enfadadas. Tal vez por ese motivo el centro esté a rebosar, sobre todo de turistas.

Aunque aún no hay datos oficiales sobre turismo en julio y agosto, en junio la Comunidad de Madrid fue la que más creció en el número de turistas extranjeros de los principales destinos, según el Ministerio de Industria, concretamente un 8,2%. El año pasado batió récord de entrada de turistas, llegando a los 10,2 millones de personas. En cambio otras zonas como el paseo de la Castellana o la calle de José Abascal apenas tienen transeúntes extranjeros y mucho menos tráfico. Por esta última zona, los restaurantes y bares solo abren entre semana ya que la poca afluencia que tienen es la de los trabajadores sin vacaciones.

Miguel, que regenta un quiosco entre estas dos calles, explica que en agosto se pasa de 100 personas a 30 pero que, aún así, «le renta», sobre todo porque los demás comercios cercanos están cerrados. «El quiosco de los periódicos cierra a las tres. Lo de comprar cupones a las once cerrado; los bares, igual, hasta los sábados por la tarde, es increíble», agregó.

Se prevé que haya una ligera subida por las fiestas de la Paloma, patrona de la capital. Durante ese fin de semana, la ciudad vuelve a llenarse de vida, de baile y de comidas típicas, para dar paso a los días de tranquilidad previos al bullicio de septiembre.

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