Imagen de Mónica Oltra tomada este viernes tras el pleno del Consell
Imagen de Mónica Oltra tomada este viernes tras el pleno del Consell - MIKEL PONCE
CRÓNICAS SABÁTICAS

Yo también fui al Bar Manolo

«Ir comer a un bar a mediodía no es una lástima ni una deshonra. Al contrario. Es la fuente de ingresos para miles y miles de bares, como el Manolo o el Naval»

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Soy nieto, hijo, sobrino y yerno de camareros. Y a mucha honra. Durante años serví en el Bar Naval, el bar de mi familia desde el 6 de febrero de 1963. Un negocio en el que desde hace más de cinco décadas nos hemos dejado honradamente la piel para ganarnos la vida. Y que siga muchos más.

En la precampaña electoral, la hoy vicepresidenta de la Generalitat, Mónica Oltra, realizó una alusión a los camareros que me pareció despectiva para las miles de personas que desempeñan una profesión tan digna como la que más. Vino a decir Oltra en un acto de Compromís en Elda que había que evitar que los valencianos se convirtieran en los «camareros de Europa».

A título particular y a través de las redes sociales, le hice saber a la entonces candidata que no me habían parecido apropiadas sus palabras. No tardó en contestar. Lo hizo de forma amable y se comprometió a no volver a utilizar una expresión similar. Así ha sido hasta esta semana.

A Oltra no le ha gustado que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se fuera a comer al Bar Manolo el día que el Congreso debatía la admisión a trámite de la reforma del Estatuto de la Comunidad Valenciana. Como valenciano, comparto en el fondo de la cuestión la crítica de la vicepresidenta de la Generalitat. Ningún miembro del Gobierno ni el jefe de la oposición, Pedro Sánchez, asistió al debate en un hemiciclo que, por la escasa afluencia de diputados, más bien parecía el estadio de Mestalla en Champions por culpa de los desorbitados precios impuestos a los abnegados socios del Valencia. Un debate al que, por cierto, el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, llegó tarde y no se quedó a la votación.

En lo que vuelvo a discrepar con Oltra es en las formas en las que se refirió al Bar Manolo. Lo hizo dos veces. Una, en sede parlamentaria el jueves. La otra, en su calidad de portavoz del Gobierno valenciano el viernes. Ese «estará en el Bar Manolo» me sonó a despectivo. Hacia el bar y hacia el presidente del Gobierno. El segundo ya tiene bastantes argumentos como para que un humilde periodista hijo y nieto de camareros le defienda.

Al Bar Manolo, como símbolo de tantos bares que las están pasando canutas por culpa de una crisis en la que les han hinchado a impuestos mientras bajaban sus ventas, le voy a defender. Porque la «lástima» no es que Rajoy estuviera en el Bar Manolo. La «lástima» fue que no acudiera al Congreso. Porque ir a comer a un bar a mediodía no es una «lástima» ni una deshonra. Al contrario. Es la fuente de ingresos para miles y miles de bares, como el Manolo o el Naval, y de camareros, a los que el tono de la vicepresidenta de la Generalitat no les hace gracia alguna.

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