Domingo, 17 de septiembre de 2006
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OTRAS HISTORIAS DEL JEREZ
Monárquicos, republicanos y sublevados en la publicidad del jerez
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En algo más de un lustro España pasó en la década de los años 30 del siglo XX por tres regímenes políticos diferentes, incluida una Guerra Civil: de la monarquía a la república, y de la república a la dictadura.

Un tiempo convulso y agitado que tuvo sus repercusiones en las bodegas del Marco de Jerez y, por tanto, en la publicidad de sus vinos y brandies, extendiéndose, de igual modo, a los propios creativos.

Esta situación va a repercutir inevitablemente en la iconografía del etiquetado, así como en los otros formatos publicitarios que las empresas van a utilizar para la promoción de sus distintas marcas. Siendo un curioso reflejo de los diferentes momentos políticos de aquellos años.

Al igual que hicieron sus predecesores, Fernando VII, Isabel II, y su padre, Alfonso XII, el Rey Alfonso XIII también vino a Jerez. La visita de estos monarcas tenía como principal finalidad reconocer la labor desarrollada por los principales bodegueros y comerciantes del Marco, otorgándoles una serie de títulos y prebendas regias. El jerez, durante el siglo XIX y parte del XX, fue el producto español que más riqueza aportaba a las arcas del Estado. Tal vez por eso las imágenes de Alfonso XIII y su esposa, la Reina Victoria Eugenia, fueron la de los monarcas que más se utilizaron por las bodegas para apoyar sus ventas.

Algunas de ellas, en los primeros años de la república, fueron manipuladas tímidamente, mezclándose símbolos contrapuestos. Un caso curioso es la etiqueta de coñac Tres Torres, de las bodegas del Duque de Almodóvar del Río, es decir Sánchez Romate, que una vez proclamada la II República modificó la misma cambiando un color de la bandera y el escudo de la Casa Real por el del nuevo régimen.

La llegada, de forma casi inesperada, de la II República y la posterior Guerra Civil, que concluyó con la dictadura de Franco, se puede observar a través del imaginario publicitario generado por los artistas en connivencia con los empresarios del jerez, tal como podemos ver en la imagen que acompaña a este artículo del oloroso Falange Española, de las bodegas M. Gil Galán.

Su propietario se distinguió por su afinidad a este grupo ideológico de derechas. O bien, el coñac Requeté, de Palomino & Vergara: sin olvidar el amontillado de Domecq, Alcázar; el vino de héroes, Imperial Toledo; de González Byass, y La España Triunfal, de Manuel García Monge.

Un caso muy curioso es la adaptación del popular cartel de Mongrell para Ponche Español, de J. Ruiz, creado en la primera década del siglo XX, y que Carlos Ruano Llopis retocó y actualizó en algunos aspectos, como la borla que adornaba la botella, que de rojo y gualda pasó a ser la tricolor republicana. Ruano Llopis, que también hizo la primera versión del cartel de Domecq del toro y el maletilla en la dehesa, aprovechó un viaje a México en 1934 para ya no volver nunca más a España.

En plena Guerra Civil, las bodegas de González Byass, gracias a la eficaz labor del que fuera su responsable de publicidad durante muchos años, Luis Pérez Solero, lanzó una activa campaña en el bando nacional, militarizando a la botella de Tío Pepe, con consignas como: «Lo único que no han podido destruir los rojos», o «González Byass no engaña. El Tío Pepe es el vino de los soldados de España».

Estas mismas bodegas ya no volvieron a recuperar, pasada la contienda, el nombre original de su oloroso dulce, Solera 1847, que la República censuró por hacer referencia al monarca: Solera del Rey 1847.

Pero por otra parte, los franquistas no tuvieron más remedio que aceptar, a regañadientes, que González Byass realizara las campañas de su brandy Soberano, adornando la botella con corona real, cetro y capa de armiño. Una manera muy sutil de definirse ideológicamente, una vez pasada la página más negra de nuestra historia.

Para sus campañas promocionales Domecq contó, ya en los años 50, con la colaboración del gran artista, Carlos Sáenz de Tejada, famoso por sus esculturales y alegóricas figuras de soldados: falangistas, requetés, legionarios y carlistas.

Gran parte de los creativos y diseñadores gráficos de izquierda que sobrevivieron a esta tragedia nacional sufrieron la represión y el castigo, y poco a poco, con gran escuezo y sacrificio, fueron imponiendo su arte y buen hacer.

Surgen nombres como el del jerezano Teodoro Miciano, autor de la etiqueta, entre otras, de Los buenos catadores, de Palomino & Vergara, que fue condenado a veinte años de cárcel menor por auxilio a la rebelión con agravantes.

También el destacado dibujante, el coriano Andrés Martínez de León, contratado años después por Williams & Humbert para realizar unas cartulinas publicitarias para sus vinos, pasó por el mal trago de ser condenado a 30 años de cárcel previa conmutación de la pena de muerte. Fue indultado en la Navidad de 1945.

Posiblemente el más famoso de todos ellos, por la popularidad que alcanzó su obra del Toro de Osborne, sería el portuense, Manolo Prieto.

Durante la Guerra Civil participó activamente en organizaciones republicanas y comunistas, como el Mono Azul. A pesar de este «rojo» pasado, estas referencias pasaron desapercibidas por la derecha y ocultadas discretamente por el interesado.

Hace unos años, Álvaro Domecq y su hijo, compraron las magnificas soleras y bodegas de la familia Aranda con los beneficios obtenidos de su parte de Domecq en la venta a Allied Lyon.

El origen de estas joyas del jerez, cuidada hasta hace bien poco, por Pilar Aranda, recaía en el famoso cirujano y republicano jerezano, Fermín Aranda Fernández Caballero. Después de la guerra pudo conservar, extrañamente, sus magníficos almacenes de vinos, a pesar de las intenciones de compra por parte de González Byass.

Ahora un cream de esta nueva empresa lleva el apellido de tan destacado político republicano. El jerez, como se ve, fue clave en los extraños entresijos que se movían entre el poder y la política, la sociedad y la religión, la economía y el arte, entre la progresía y la reacción, y no solo en el ámbito local.



 
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