La voz Digital
Lunes, 3 de julio de 2006
  Alertas   Envío de titulares    Página de inicio
PORTADA NOTICIAS ECONOMÍA DEPORTES OCIO CLASIFICADOS SERVICIOS CENTRO COMERCIAL PORTALES


MUNDO
MUNDO
La otra guerra de Bush
La Casa Blanca se moviliza para cuestionar el patriotismo y responsabilidad de 'The New York Times' por publicar algunas de las cuestionables tácticas antiterroristas tras el 11-s
La otra guerra de Bush
ATAQUES. A Bush le han sentado mal las filtraciones de la prensa sobre sus tácticas antiterroristas. /AP
Imprimir noticiaImprimirEnviar noticiaEnviar

Publicidad

Aunque The New York Times nunca ha sido el periódico favorito de los conservadores en Estados Unidos, la ofensiva de frontales ataques y vitriólicos reproches planteada durante los últimos días por la Casa Blanca y sus aliados contra uno de los principales diarios del mundo ha servido para ilustrar una vez más las tensiones cíclicas que genera la libertad de prensa al enfrentarse con cuestiones de seguridad nacional, empezando por la divulgación de algunas de las más controvertidas tácticas antiterroristas aplicadas por la Administración Bush. El casus belli para el último enfrentamiento entre los poderes ejecutivo y periodístico en Estados Unidos ha sido la reciente publicación de detalles sobre un programa secreto para vigilar y rastrear las transacciones financieras de sospechosos de terrorismo. Aunque Los Angeles Times y The Wall Street Journal también han aportado sus propios detalles sobre estas actividades de espionaje bancario, las iras de la Casa Blanca se han concentrado con diferencia en The New York Times.

El presidente Bush llegó a calificar estas filtraciones como «vergonzosas», mientras que el vicepresidente Cheney cuestionó los méritos del legendario diario con sede en la calle 43 west de Manhattan para hacerse acreedor de premios Pulitzer. Algunos congresistas republicanos llegaron a pedir el enjuiciamiento del diario neoyorquino por poner en peligro la seguridad de EE UU, solicitándose a los servicios de inteligencia un análisis de los daños incurridos por las informaciones publicadas.

El director de The New York Times, Bill Keller, atribuye toda esta tormenta de ataques -a la que se han sumado con gusto algunos medios conservadores-, como producto del resentimiento acumulado desde que el diario divulgó el pasado diciembre la existencia de un programa de escuchas extrajudiciales dentro de Estados Unidos. Reconociendo que existen preocupaciones legítimas sobre la conducta de su periódico en tiempos complicados como los actuales, Keller explica que cuando llega la hora de tomar decisiones sobre noticias de este tipo «siempre empiezo con la premisa de que nuestro trabajo es publicar información».

En la historia de las relaciones entre la Casa Blanca y los medios de comunicación de Estados Unidos, este tipo de enfrentamientos no son precisamente algo nuevo. El presidente Kennedy, por ejemplo, logró que The New York Times se callase la anticipada exclusiva de la invasión de Bahía Cochinos. Richard Nixon llegó a crear una unidad de fontaneros para erradicar perjudiciales filtraciones a la Prensa. Y la Administración Reagan también amenazó con procesar a periodistas que divulgasen cuestiones de seguridad nacional. Lo que esta vez llama la atención es que la Administración Bush se haya concentrado con tanta ferocidad en un solo medio, al que algunos comentaristas y locutores no han dudado en identificar como una especie de «combatiente ilegal» que actúa en beneficio de Al-Qaida. Para algunos analistas, la actual controversia también se presenta alimentada por la embarazosa exclusiva del The Washington Post sobre una red internacional de prisiones secretas de la CIA. A juicio de William Bennett, peso pesado intelectual del movimiento conservador, la situación ha llegado a alcanzar un nivel sin retorno, en el que la prensa parece empeñada en negar al Gobierno de Estados Unidos el necesario secreto de vitales operaciones antiterroristas. Pero para Lucy Dalglish, directora ejecutiva del Comité de Reporteros para la Libertad de Prensa, resulta casi ilusorio pensar que este tipo de informaciones ayuden a los enemigos de Estados Unidos, ya que cualquier terrorista «razonablemente listo» opera sabiendo que sus transacciones financieras o sus comunicaciones corren siempre el peligro de ser interceptadas. Mientras que Jonathan Turley, profesor de Derecho de la George Washington University, argumenta que esta bronca ilustra cómo los medios de comunicación están actuando casi como la única salvaguardia contra potenciales abusos de la Casa Blanca.

Historial de escándalos

Dentro de este cruce de ataques, los defensores de The New York Times insisten en que la Administración Bush no se encuentra precisamente cualificada para dar lecciones sobre responsabilidad periodística. Un historial que incluye vídeos de propaganda en forma de noticias.



Sudoku Canal Meteo Horóscopo
Vocento