Tita Cervera siempre ha querido darle un hermanito a su hijo, Borja. Y aunque hay un refrán que dice que más vale tarde que nunca, lo cierto es que la baronesa ha dilatado un pelín (por decir algo) su decisión de volver a ser madre.

Carmen será madre adoptiva de gemelas dentro de unos meses y el tal Borja podrá tener por fin hermanitas. Claro que ya le pillan con 26 tacos, más mundo que Corto Maltés, más músculos que Schwarzenegger, una novia escultural a la que pasear de puerto en puerto, un ingente patrimonio por administrar y la agenda repleta de compromisos sociales... Borja, según su mamá, es, ahí donde le ven, capitán de barco y comandante de helicóptero. Y a este curtido maromo no le veo yo jugando con sus hermanas pequeñas, ni siquiera para torturarlas...

Incluso hasta es probable que este niño solitario, este hijo único a su pesar, se convierta él mismo en todo un pater familias antes de que su madre sea otra vez madre. Y ahí sí que estas niñas pueden jugar un papel fundamental como compañeras de juegos de sus sobrinos.

El tiempo todo lo modifica. Una, con su mejor intención, quiere darle una hermanita a su hijo. Pero, después de pensárselo durante décadas, lo que acaba dándole es una dura com-petidora a la hora de cobrar la herencia. Esas niñas que al parecer llegarán desde Los Ángeles (¿Hollywood?, extraño lugar de origen en un caso de adopción) representan para Borja dos bocados, de un tercio cada uno, en su legítima herencia materna.

Pero esto a él le da igual porque lo que quiere es que su ma-má no esté sola. Tita, a sus 63 años, sin su madre, sin su hermano, desea tener unas lindas chiquillas a las que mimar, peinar y poner lacitos... Las niñas encontrarán un futuro. Y ella dejará de sentirse huérfana.