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Domingo, 2 de julio de 2006
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Ferrari recobra el aire
Logra el doblete en la 'pole', Schumacher y Massa, mientras Alonso sólo puede ser quinto y estuvo a punto de no pasar el corte
Ferrari recobra el aire
QUINTO. Esta vez Alonso saldrá desde el quinto lugar. / EFE
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Ingenieros, mentes sesudas, aficionados y hasta los pilotos intentaban desentrañar la madre del cordero. ¿Por qué Indianápolis sea dapta como anillo al dedo a Ferrari? ¿Por qué los Bridgestone del cavallino rojo abruman aquí? Las preguntas flotaban de un lado a otro en este circuito oval construido en los años veinte e integrado en el paisaje urbanístico de la ciudad.

Y mientras, del tablón de resultados colgaba la evidencia: Ferrari está un segundo, un mundo, por delante de sus competidores en este singular trazado. Fernando llegó a la quinta posición para hoy, y resoplando, porque estuvo a punto de no pasar el corte de los diez mejores.

Es muy probable que detrás de la lógica numérica de la F-1, de su visión simplificada que todo lo explica por la pura tecnología, se escondan motivaciones más artesanales. Ejemplos. Brasil, jugando en el viejo Las Gaunas, siempre enfangado, un barrizal sin aprecio al toque del artista. O Nadal, pasándolas canutas en la hierba de Wimbledon, sin poder deslizarse sobre la tierra para llegar a todo. O Chechu Rubiera, sin connotaciones de sospecha, sufriendo como un perro frente al sol cuando él rinde como un reloj cuando aparece la lluvia. Pues eso. Por el motivo X, la manufactura de los neumáticos Bridgestone, la impulsión supersónica de velocidad punta en la larguísima recta o el cruce de caminos a su favor, a Ferrari le sienta Indianápolis como un guante.

Michael Schumacher logró la pole con una mano, sin despeinar un pelo de su cabellera meticulosamente desordenada. En una de las paradas de la sesión de cronometraje, confiado en su cohete Ferrari, en la magia de los Bridgestone y en su incuestionable pericia, saludó a la cámara, como quien se encuentra iluminado por una revelación divina.

Estrategia de Ferrari

Siempre veloz durante el fin de semana, Ferrari proyectó a uno de sus satélites, Felipe Massa, sobre el gobierno de Fernando Alonso. El español estaba pasando una mañana de perros. En los sesenta minutos de la sesión, transitó pálido, siempre sexto, séptimo, octavo, posiciones que chocan contra su exacerbado nivel de competitividad. Tragó saliva en el segundo tramo, cuando registró el noveno mejor tiempo y Montoya le podía aparcar en la décima posición, a una patada de la eliminación. Acabó noveno e ingresó en el top diez.

Y en esto llegó Massa, eufórico con su lanzadera. Intentó adelantar al español en la anchísima recta de meta, una delicia de carretera que permite observar alguna vez algún adelantamiento, y no como los anodinos circuitos que decretan el destino de las carreras en función de los paradas en box. No pudo a la primera porque Alonso se empeñó en ello, pero sí le pasó a la segunda, en una lícita pretensión de Ferrari de bajarle la moral, de imponer su vasallaje en la pista americana. Massa sobrepasó al español no por su pilotaje, que lleva todo el año por detrás en las pistas que exigen otras manos, sino por la solvencia de un monoplaza que vuela en la amplitud de Indianápolis. Un circuito, por cierto, a tono con las autopistas de la zona, vastas extensiones de asfalto a lo largo y lo ancho.

Fernando Alonso saldrá finalmente quinto, también superado por su compañero Fisichella (la tercera vez que le gana este año) y el sorprendente Barrichello, un piloto Guadiana que aparece y desaparece, sobre todo desaparece.

No toca remontada para el español, sino defensa de la corona. Salvo accidente o despropósito de Ferrari, la carrera de hoy parece señalada en rojo y negro, por lo menos a priori.



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