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Sábado, 1 de julio de 2006
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TOROS
Toros
Jesulín se va de vacío en Burgos tras otra corrida frustrada por el ganado
El torero mereció una oreja muy pedida y superó las enormes limitaciones del ganado
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Un día después de la corrida de Miura, la Feria de Burgos ha vuelto a perder el pulso en el aspecto torista. Sigue sin salir el toro, o en todo caso el que sale está prácticamente podrido, y a partir de ahí poco o nada pueden hacer los toreros. ¿Acaso son este tipo de ganaderías exigencias también de las mal llamadas figuras? Lo cierto es que parece que todos van en el mismo vagón, de una aparente comodidad ya que estos toros apenas empujan, pero que a la postre vienen a ser el punto de partida de los fracasados festejos. Si no hay toro, ¿qué se puede hacer? Todo el esfuerzo de los toreros se reduce a buscar gotas de agua en la sequía. Ayer por ejemplo, se le ha negado a Jesulín una oreja en el primero. Trofeo que, independientemente de la fuerte petición que lo respaldaba desde el tendido, hubiera sido lo justo dado que la faena superó con creces las escasas posibilidades que ofrecía el toro, blando y parado. El de Ubrique no lo quiso ver con el capote, pero anduvo ahí con la muleta en una faena más que voluntariosa, meritoria por el temple en cada muletazo. Faena sin concesiones y muy bien rematada con la espada. El presidente no quiso atender una petición más que suficiente.

En el cuarto se vio otro Jesulín que obligado de nuevo por las condiciones del toro y por la exigencia de cortar trofeo a toda costa a veces rozó los límites del toreo populista. Si llega a meter la espada, hubiera habido una oreja o más. Pero la rúbrica fue infame, con media estocada en el sótano, un pinchazo y otra estocada, dando tiempo a dos avisos mientras fallaba también el puntillero. El gozo del triunfo acabó en el pozo de la indiferencia, pues hubo sólo silencio.

El Cordobés volvió un año más a Burgos a celebrar la fecha de su nacimiento. Le cantaron el cumpleaños feliz. No hubo momento para más alegrías, aunque cualquier amago de rodillazo hacía rugir los tendidos. El Cordobés no consideró que debía ir más allá del simple conato de arrimón. Hubo bastante para lo que fue la tarde, y de ahí el premio de la oreja. En el segundo no hubo nada. Ni toro, ni faena ni premio, sólo silencio.

El Cid fue el peor parado en el sorteo, cuajó a su primero con el capote, toro que salió moribundo del caballo y que se defendió en la muleta hasta hacer imposible el proyecto de faena. El sexto, algo mejor, no obstante, tampoco respondió en el último tercio, sin pasar de las medias y muy tardías embestidas. Voluntad y poco más del torero.

Silencio en el primero y algunas palmas aisladas en su segundo, el sexto de la tarde.



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