La deformación de los dirigentes que se perpetúan en sus puestos creyéndose insustituibles, a parte del acentuado egocentrismo, provoca que pretendan extender su control más allá de los aconsejable y natural. Deben suponer que su veteranía o protagonismo fundamental les da la suficiente autoridad para seguir rigiendo los destinos del grupo.
Ninguna propuesta progresista, de nuevos valores o modernización de los sistemas, para adecuarse a las necesidades y requerimientos de los tiempos actuales, parecen conformar a estos dirigentes retardíos.
Toda una generación jerezana se ha visto postergada a sus legítimas aspiraciones por el empeño y la ceguera política de quien pretende seguir siendo cola de león y no cabeza de ratón. La pérdida de ello representa para la sociedad, cuando no se posibilita un trasvase generacional, un deviene inexorable en el riesgo de una total falta de reconocimiento a todo lo que de positivo se haya podido acumular.
Cuando la persona mayor, y acumular un periodo generacional otorga esa «mayoría» (ya sea dirigente o líder lo cierto es que no sabe cuáles son los límites de su rol en el tiempo), como conductor del grupo, ya sean instituciones, clubes, entes gubernamentales o no, existe un punto de inflexión en su conducción que marca la necesidad de ir habilitando a la generación siguiente y posterior salida cantando por lo bajo.
Saber retirarse a tiempo es también sabiduría.
Manuel Barroso Sánchez. Jerez