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Martes, 27 de junio de 2006
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Volver (dedicado a Juan Pedro Cosano)
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En los años sesenta cuando Jerez era pequeño y las casetas de feria se montaban con palos. Una de estas casetas, que ha venido manteniéndose hasta hace pocos años, se llamaba el Hogar del Cazador -sin paralelismo visible con la película de Michael Cimino- aquel fue un lugar de encuentro durante unos años de sectores significativos de las sociedad jerezana de entonces. Esta caseta era una iniciativa de Ricardo Queijo, de tu padre y el mío. En ese entorno te recuerdo cuando éramos niños y en esos tiempos Almodóvar incubaba su universo como toda su generación. Desde entonces y hasta hoy, no hemos tenido la oportunidad de intercambiar palabra o saludo. Sé que has sido narrador de la Semana Santa de Jerez, líder político y hoy eres abogado de prestigio que tiene un espacio de opinión general en este diario. Se te ve hombre con lustre de buena cuchara, copa y puro y seguramente no te veras identificado en un personaje de corte almodovariano pero yo, y aunque no estemos en La Mancha, no estaría tan seguro de eso, porque en la psicología social de Almodóvar todos tenemos un papel.

Recordando el artículo donde mostrabas tu impermeabilidad a cualquier gota de sensibilidad para con el director de cine y después de haber visto su última película, Volver, me obliga decididamente no a querer hacerte cambiar de opinión sino a mantener la mía.

Los Estados Unidos tienen en Woody Allen a uno de sus más ilustres creativos y exponente de su intelectualidad. Aunque Allen es más conocido y reconocido en toda Europa que en el estado de Wyoming, donde seguramente le conocen y admiran menos que a los respetables osos de Yellowstone. Nosotros, los españoles, tenemos en Pedro Almodóvar un autor que no sólo está a esa altura sino que creo que es más profundo.

La estética de Almodóvar no es de burberry y esto dificulta en unos casos y desintegra en otros la posibilidad de proximidad a su trabajo de sectores de la sociedad que se pierden el fondo de uno de los creadores españoles más substanciales de la historia del cine y algo más, que se irá engrandeciendo con la madurez y el tiempo.

La ética de Almodóvar contenida en su sinceridad, el amor, la mujer, el dolor, la muerte o el sexo, es compartida por todo aquel que llora o ríe cuando le pellizca una leve secuencia de cualquier película. Porque recupera, aunque sea por un instante, el sentido de la vida o de estar vivo. Esto sólo lo consiguen algunos, por eso son queridos y se les debe respeto, porque aportan algo a la zoología humana.

La antropología, que es una teoría de esta naturaleza humana, tiene en Almodóvar un referente que a través de las artes cinematográficas hace posible la reflexión y el estudio de la sociedad española de los últimos años y muestra los sentimientos de nuestra especie con profundidad y naturalidad. Para Karl Popper el estudio apropiado de las humanidades es el estudio del hombre. Almodóvar es un humanista; moderno hoy que no lo será en el futuro. Cada vez más próximo a la universalidad en la medida que va siendo capaz de entrar en las cabezas y los corazones de la gente y prescindiendo de una estética alternativa que tampoco debe dejar del todo.

Cuando surja la oportunidad de encontrarnos volveré a hablar contigo para decirte que es un honor para todos los que nos emocionamos con sus películas que se le conceda a Pedro Almodóvar el Premio Príncipe de Asturias de la Artes.



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