Un estudio estadístico viene a confirmar lo que todos intuíamos: el vocabulario de nuestros jóvenes es parco, limitado y está definitivamente empobrecido por la falta de lectura y el uso abusivo e incorrecto de internet. En concreto, a la provincia le cabe el dudoso honor de ocupar el vagón de cola en materia de riqueza léxica. La desesperación de los docentes va pareja a la desidia general a la hora de afrontar la situación con medios suficientes y métodos alternativos a la tradicional receta de mucho «hincar los codos» y «poca comprensión». A las carencias tradicionales del sistema, hay que añadir ahora la influencia negativa de las abreviaturas habituales en los SMS y la aparición de fórmulas de ocio que nada tienen que ver con el lenguaje, como los videojuegos. Ante una problemática tan compleja y creciente, conviene apelar a la lógica más estricta de las administraciones: o hay terapia de choque, o en un par de generaciones nuestros jóvenes se comunicarán con monosílabos.