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Domingo, 4 de junio de 2006
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TOROS
Toros
El Juli, a su antojo, y Cayetano, a su gran aire, en la faena mixta
El madrileño confirma su gran momento: tres orejas de extraordinaria seguridad; el novillero sigue defendiéndose cada vez mejor
El Juli, a su antojo, y Cayetano, a su gran aire, en la faena mixta
BIEN PLANTADO. Cayetano da un pase a su primer toro de la tarde. / EFE
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LA FICHA
Festejo mixto: Cuatro toros y dos novillos -3º y 6º- de Zalduendo (Fernando Domecq Solís). Salvo el primero, de buen juego. Con fondo y bondad generales.

Morante de la Puebla: pitos y silencio.

El Juli: una oreja y dos orejas. Fue paseado a hombros.

Cayetano: saludos tras un aviso y vuelta tras un aviso y fuerte petición.

Haro (La Rioja). Casi tres cuartos de plaza. En total, 4.000 es-pectadores. Soleado, ventoso y fresquito.

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Morante estuvo muy ausente. Al saludar en tablas al primero, perdió pie como si tropezara, cayó inerme y justo cuando el toro se le venía a buscarlo apareció como una centella El Juli para quitar el toro. Antológico quite. Distraído y remolón, zurrado y dolido en duro puyazo trasero, el toro, atacado y brocho, se quedó sin ver. Con gesto de derrota, Morante lo dejó listo con supina brevedad: cuatro o cinco toques secantes en el hocico y media estocada a paso de banderillas.

De modo que la salida de El Juli a escena resultó una traca. El Juli le bajó las manos a su primero de lote, un toro aleonado, gachito, lindo y cómodo, suelto del caballo, bondadoso. En manos de El Juli pareció de resorte: en los mismos lances de saludo, en un buen quite por chicuelinas y en una faena de muleta segura, precisa, profusa, ambiciosa, magnética. Soplaba bastante viento, pero parecía que El Juli le había puesto plomo a los flecos de la muleta. Empapado en ella, no la enganchó el toro ni una sola vez. Dentro de tanta abundancia fueron de carácter varias cosas: la apertura con cinco banderazos templados, la ligazón en todas las tandas sin perder un paso siquiera, la gracia de columpiarse sobre el testuz para provocar uno de pecho y, en fin, un circular con péndulo de propina encajadísimo. El Juli parecía jugar. Toda la faena fue en palmo mínimo, Cuando el toro quiso rajarse, no se lo consintió El Juli.

A Cayetano no le impuso el reto. O le estimularía. Porque entró a turno con tranquilidad. Un novillo alto de cruz, estrecho y gacho, con el testuz teñido de cal. Vivito y alegre, apretó en una vara y volvió tanto al caballo que casi hubo que picarlo al violín. Con muchos y buenos pies el toro, loco por venirse o por irse. Las dos cosas. Cayetano, sentido en tres o cuatro lances sacados por los vuelos, le tomó al novillo el pulso en sólo tres muletazos que fueron pinceladas y, además, buen toreo por abajo. Más largo el viaje del toro por la mano izquierda, y por ahí se estiró a ritmo Cayetano en dos tandas de suave cadencia y claro encaje, ligadas las dos, a compás a pesar del viento. Se movió el toro sin definirse de querencia, pero Cayetano lo encontró siempre. En la contraquerencia, pareció sacarle muletazos a remolque. Muletazos de braceo suave. Vertical el torero, no rígido. Un par de trincherazos, uno del desprecio, dos salidas de suerte elegantísimas, un desplante. Guindas de faena más larga de lo debido. Al irse de tiempo perdió encanto. El toro se iba borrando. Dos pinchazos, un aviso, una excelente estocada tapando al toro.

Morante salió más convencido en el segundo turno. No mucho más. Cabezón y bizquito, el cuarto pareció de no mal ritmo. Un puyazo trasero y duro, una vuelta de campana completa y un estrellón contra tablas, y el toro se puso brusquito. Morante le pegó bastante tirones. Un cambio de manos, algún apunte de pinturería, muletazos algo cortantes. Un pinchazo y una estocada. La nueva salida de El Juli fue como agua de mayo. Un quinto toro que parecía hermano del primero de Morante. En un primer puyazo, se acostó el caballo de pica y dejó pie a tierra a Diego Ortiz. Resolvió El Juli con autoridad segura, se llevó el toro al caballo de la puerta y ahí lo picó, y muy bien, Salvador Núñez.

Temple

El caballo echado se negaba a incorporarse, el toro se movía y El Juli manejó el enojo con una suficiencia de lidiador de categoría. Un gusto ver tanto dominio. Como el toro había pegado algún cabezazo, la faena de El Juli tuvo de prólogo una tanda de control y, domado el toro, uno precioso de pecho enganchado por el hocico. Y luego fue como coser y cantar, donde, cuando y como quiso El Juli. Por la mano diestra y por la otra. Cuando el toro se le abría, lo amarraba, sujetaba y convencía al toque. Mansito el toro, muy noble, dejó a El Juli jugar a todo: de frente, pases de las flores, a pies juntos, molinete, trinchera, puro antojo. Estocada. Dos orejas.

El sexto novillo, lustroso, largo y capacho, fue bueno. Cayetano volvió a dibujar con el capote con calma y aire fantásticos. Y a torear de muleta con el ritmo de quien devana una madeja. Sin empalago, compuesta la figura sin artificio, sueltos siempre los brazos, por delante los vuelos de la muleta, mecidos los viajes, trazo templado. Lentitud. Sólo que Cayetano midió mal la distancia y el tiempo: atacó más de la cuenta y se pasó de hora. Incluso el bello remate de toreo a dos manos pecó por exceso. Petición suficiente de oreja. No opinó lo mismo el presidente.



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