No debe tener ni el consuelo de pensar que «si hoy es martes esto es Bélgica». Lleva muchos años, tantos como 36 de sus 58, en una actividad pública que no hace sino acelerarse y que le lleva cada día a varios puntos del territorio andaluz, aunque intente volver a dormir a su casa del barrio gaditano de La Laguna y los fines de semana sean para su pueblo natal, Alcalá de los Gazules, con el que sigue fuertemente vinculado. El parlamentario, senador y secretario de organización socialista andaluz lleva el control del partido a nivel orgánico y político y nada se escapa a su supervisión. En especial, en la provincia de Cádiz. No se me ocurre destino peor en esta vida que ser su teléfono móvil. En la distancia corta parece, pese a todo, ser un gran tímido y cargar a disgusto con su propia relevancia. A mí, que le conocí hace mucho, me sigue recordando al joven militante que sus compañeros, estudiantes, llamaban «el obrero», porque era el único que trabajaba. Aunque, ¿quién se acuerda ya de Fiseat? ¿O de aquel sancta-sanctorum de Isecotel? Sigue llevando pulseras de cuero y no se le acomoda la corbata.