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Domingo, 4 de junio de 2006
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Rocío: camino de ida y vuelta
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Si el axioma popular dice «que todos los caminos conducen a Roma», llegada la primavera de Pentecostés en Andalucía «todos los caminos llevan a Rocío». Así, más de cien hermandades filiales, de distintas partes de la geografía española y hasta del extranjero, se han puesto en marcha hacia el Santuario de la Virgen del Rocío en Almonte. Todo este éxodo se produce en el seno de una sociedad que se empeña en querer arrinconar lo religioso y, cuando no puede como en este caso, intenta vaciarlo de contenido cristiano y reducirlo a mero folklore o fiesta costumbrista. Pero el pueblo no es necio, posee un sentido innato para detectar lo que es manipulación o fachada y percibir lo auténtico. Los que van al Rocío para aprovecharse, los que buscan un fin de semana distinto u original, vuelven como han ido: sin nada más en sus corazones que sus propios intereses. ¿Éstos han estado en el Rocío, pero no han conocido el Rocío!

Para entrar en las entrañas de este fenómeno religioso, centrado en una devoción mariana de la Iglesia Católica, hay que hacerse como un niño y dejarse sorprender por el misterio. Hay que limpiar lo viejo y caduco que haya dentro de cada uno de nosotros, para abrirse a la serena belleza de una Imagen que trasmite un aura de bendición. Parece como si su mirada nos dijera en lo más hondo: «antes que tu vinieses, Yo estaba contigo». También Ella ha hecho este año ese camino de ida y vuelta que, en cada septenario, manifiesta su amparo y protección como Madre y Patrona de Almonte. Llegada la solemnidad de la Ascensión del Señor la «Señora de la Rocina» es llevada nuevamente a su Ermita en la aldea del Rocío, para seguir siendo meta de los romeros y faro de gracias para los peregrinos, cada lunes de Pentecostés. Los entresijos rocieros son muy fáciles de entender para aquellos que creen en María como Madre de Dios, pero son tremendamente complicados para quienes no aceptan el don de la fe. Las ciencias humanas se podrán aproximar a esta realidad y hablar de ella, pero saber y sentir lo que es el Rocío sólo es posible desde la clave esencial: LA VIRGEN. ¿Ella es el Rocío!

El rocío, en el lenguaje bíblico, es signo de la acción creadora y vivificante de Dios, atribuida al Espíritu Santo. La máxima manifestación de la obra del Espíritu Santo es la Encarnación del Verbo en María, la Elegida, la Hija de Sión, la Mujer, la Esposa del Cantar de los Cantares, la Pastora, la Blanca Paloma, figura y tipo de la Iglesia.

La devoción mariana del Rocío arranca a finales del siglo XIII. Tiene una profunda visión de la Maternidad divina de María que, de modo admirable, nos ofrece su rica imagen. Como expresión plástica- dice Juan Infante-Galán- «es de una absoluta simplicidad, como un silogismo teológico, pero revestido de toda la complejidad de matices y de toda la suntuosidad del barroco, y con toda la inefable gracia de lo popular andaluz de todos los tiempos». Esto es lo que contempla el romero cuando llega a la Ermita: la bella y serena imagen de la Señora, que quedará impresa en su retina y sobre todo, en su corazón, no sólo en el camino de vuelta sino todo el año. Así puede vivir siempre con los sentimientos del Pastorcito Divino que nos muestra en sus brazos la Madre de todos los peregrinos. Desde aquí nos unimos a la última plegaria de los romeros:

La Virgen del Rocío/ se queda sola,/ en aquella marisma/ siendo Pastora./ Salud y suerte/ para el año que viene/ volver a verte.



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