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Domingo, 4 de junio de 2006
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CONTRAPORTADA
La prensa americana llora la construcción del Hard Rock Hotel en la que fuera sacristía de toreros en Madrid... En España, aplaudimos
Tradición pisoteada
Tradición pisoteada
AFICIÓN. Hemingway, en una de sus muchas visitas a Las Ventas.
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Antes de empezar tengo que hacer una confesión: mil ve-ces antes un concierto de rock que una corrida de to-ros. Y aún así, aquí estoy maldiciendo la próxima apertura del Hard Rock Hotel de Madrid, en lo que fuera la sacristía de los toreros antes de saltar a Las Ventas.

Con sus 20 millones de euros en remodelación, la cadena que más ha comercializado y estandarizado la cultura rockera se ha aliado con Sol Meliá para destripar el Gran Hotel Reina Victoria y convertirlo en un parque temático al más puro estilo Disneylandia del Rock. Ni una lágrima en la prensa española.

Sólo he encontrado loas a la tecnología punta que permitirá enchufar el ipod en las habitaciones y ese estúpido orgullo de que será el primero de Europa, como si debiéramos congratularnos de servir de avanzadilla para la cadena americana.

Ha sido en las páginas del New York Times en las que se me ha caído el alma al suelo leyendo sobre lo que representaba para el mundo del toreo el hotel donde se vistieran de luces figuras históricas como Manolete, Luis Miguel Do-minguín y El Cordobés.

Con su desaparición, la madrileña Plaza de Santa Ana pierde también la presencia de banderilleros, representantes y ganaderos que solían reunirse en los bares de la zona a cerrar contratos entre cañas y copas de vino. Ciertamente ya no quedaba mucho de tradición en la plaza que conquistase el corazón de Hemingway, a cinco minutos de la Puerta del Sol.

Como recuerda nostálgico el diario neoyorquino, «Madrid está cambiando frenéticamente hacia una modernidad más hip pero también más homogénea». Una forma muy diplomática de recordar el efecto aplanador de la cultura del imperio americano, que en lugar de conquistar con acueductos y baños ro-manos lo hace con hoteles y cadenas de comida rápida, bien de hamburguesas o montaditos.

Y nosotros aplaudiendo a mister Marshall, tan vanamente orgullosos como de nuestra moderna y gi-gantesca T4, la más grande de Europa, eso sí, que servirá para combatir la obesidad de tanto sandwich y canapé, corriendo hacia la próxima puerta de embarque.

El nuevo Hard Rock Hotel, que se inaugurará con la misma fanfarria, traerá clientela a los modernos bares de la zona atiborrados de tu-ristas, pero sin duda nos alejará un poco más de lo nuestro.

Y eso que no descarto verme al-gún día sentada en su terraza con vistas panorámicas de la capital, pero prometo soltar una lagrimita por la tradición pisoteada, como hago en los toros por el caballo re-volcado.



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