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Sábado, 20 de mayo de 2006
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La ONU pide a Estados Unidos que cierre Guantánamo y acabe con las torturas
La prisión vive su primera revuelta tras cuatro intentos de suicidio en un sólo día y los expertos creen que se halla en un «limbo legal» y hay que cerrarla
La ONU pide a Estados Unidos que cierre Guantánamo y acabe con las torturas
PRESOS. Detenidos en Guantánamo, provistos de máscaras que evitan su visión y con las manos encadenadas a la cintura. / REUTERS
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El jueves fue un día difícil en Guantánamo. Cuatro detenidos trataron de suicidarse. La prisión vivió su primer motín y, cuando parecía que la noche traía la paz, en Ginebra ya era viernes. Allí el Comité Contra la Tortura de la ONU declaraba en su informe que la prisión que hasta ahora vivía en un limbo es, en realidad, ilegal, y por lo tanto debe cerrarse.

No era la primera vez que un organismo de la ONU pedía el cierre de este agujero negro en el que 460 personas llevan detenidas e incomunicadas más de cuatro años, sin que la mayoría haya sido acusado de nada ni se le ha permitido contacto alguno con abogados o familiares. En febrero pasado cinco relatores especiales de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU concluyeron, tras año y medio de investigaciones, que la situación de este centro de detenciones, abierto tras la invasión de Afganistán, es «inaceptable bajo el derecho internacional», por lo que recomendaron su cierre «inmediato».

Una recomendación que ayer se le volvió a presentar al presidente George W. Bush, esta vez firmada por los diez expertos independientes que forman el prestigioso Comité Contra la Tortura. El informe de once páginas urge también a EE. UU. a acabar con el uso de prisiones secretas y la aplicación de métodos de interrogatorio que puedan ser calificados como torturas o crueldades.

Era la primera vez en seis años que Washington era llamado a declarar. Durante su comparecencia ante el comité el pasado día 8, el jefe de la delegación estadounidense, John Bellinger, aseguró que su país «deplora la tortura», da órdenes a todos sus funcionarios «donde quiera que estén» de no cometer «actos o castigos crueles, inhumanos o degradantes», como le obliga la Convención Internacional contra la Tortura de 1987, firmada por 141 países.

Testimonios

Los expertos no están de acuerdo. En su informe citan como ejemplo el uso de perros para aterrorizar a los detenidos, la práctica de simular que los están ahogando bajo el agua, y las humillaciones sexuales.

EE. UU. no niega lo que resultó evidente para el mundo tras salir a la luz las fotografías de Abú Ghraib, pero asegura que investiga cada acusación y enjuicia a los culpables. La cárcel iraquí, sin embargo, fue sólo la punta del iceberg. El propio Gobierno estadounidense reconoce la muerte de 29 detenidos en Irak y Afganistán. Es el saldo oficial que se deriva de más de 800 investigaciones por malos tratos que han resultado en 103 tribunales militares, en los que 89 miembros del Ejército resultaron culpables, pero sólo 19 recibieron un año o más de prisión.

Lo que ocurre tras las vallas de Guantánamo sigue en la nebulosa, porque el Ejecutivo americano no permitió a los miembros de la Comisión de Derechos Humanos entrevistarse con los detenidos. Sólo la Cruz Roja Internacional ha tenido esa oportunidad, pero está obligada a mantener la confidencialidad sobre sus conclusiones.

Se sabe, como mínimo, que los 460 presos que quedan allí -unos 300 han sido liberados sin cargos y deportados a sus países de origen- padecen un estado de ansiedad y depresión lógica ante la perspectiva de un encarcelamiento indefinido sin causas ni juicios. Sólo diez han sido presentados ante un tribunal militar.

La desesperación

El resultado de esta desesperación han sido hasta ahora 39 intentos de suicidio, entre los que se incluyen los cuatro del jueves. Tres de los presos trataron de acabar su vida con una sobredosis de medicamentos que, a pesar de ser suministrados con cuentagotas, habían guardado cuidadosamente hasta que creyeron tener suficiente para acabar con su vida. No lo lograron, la vigilancia es constante.

Por la tarde, los soldados que custodian esta prisión de máxima seguridad tuvieron que irrumpir en una de las áreas comunes en la que un preso se preparaba para ahorcarse. Fue ahí cuando el resto de los reos les atacaron con todo lo que encontraron a mano -ventiladores, cables eléctricos, etcétera-, para que su compañero lograse su objetivo de escapar en forma de cadáver.

El comandante Robert Durand aseguró que sus hombres controlaron la situación rápidamente «con mínima fuerza», quitándole hierro al incidente que inaugura la historia de los motines en la prisión. Ninguno de los suicidas logró morir en el intento.



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