No había demasiada gente, pero ése es el encanto para muchos jerezanos de los primeros días de la Feria del Caballo. Tras el clásico encendido del alumbrado del domingo, el Real vivió ayer la primera jornada diurna de una fiesta que se supera a sí misma cada año, a pesar de las polémicas, y que demuestra una vez más ser magnífica. La feria jerezana es, además, una feria de día. Son muchos los que en su plan de acción feriante eligen la opción de llegar al parque González Hontoria a la hora de comer y permanecer en las casetas hasta que el cuerpo aguante. Ese ambiente, una maravilla, ya cambia cuando llega la noche, que, con la belleza que imprimen el millón de bombillas del alumbrado, da paso a otro espectáculo, que, en ocasiones, es estropeado por los que se pasan con las copitas o, como se dice, por estas latitudes «no saben beber» . Aún así, mamarrachos los ahí en todos sitios, el calificativo que mejor le va a la semana grande de todos los jerezanos es magnífica. De eso no hay duda.