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Miércoles, 26 de abril de 2006
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Egipto detiene a diez sospechosos de los atentados de Dahab que causaron 24 muertos
La Policía refuerza los controles en toda la península del Sinaí, especialmente en la frontera con Israel
Egipto detiene a diez sospechosos de los atentados de Dahab que causaron 24 muertos
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La Policía egipcia ha detenido en las últimas horas a una decena de personas sospechosas de estar implicadas en los tres atentados simultáneos ocurridos el lunes en lugares turísticos del balneario de Dahab, en la costa del mar Rojo, y que finalmente causaron la muerte a 24 personas entre las que hay cuatro turistas extranjeros, incluido un niño alemán, según fuentes oficiales.

Las autoridades no facilitaron la identidad de los detenidos aunque se especula con que todos ellos son egipcios, muy probablemente beduinos oriundos de la misma península de Sinaí, un sector de la población que en los dos últimos años ha cometido atentados similares. Tres de ellos llegaron el domingo a Dahab y fueron apresados cuando trataban de abandonar el balneario apenas 15 minutos después de las explosiones.

La Policía ha reforzado los controles en toda la península y especialmente frente a Israel, que es la única frontera terrestre que tiene el Sinaí, aunque la península también está comunicada por barco con Jordania y Arabia Saudí.

En los lugares de la explosión han aparecido cuerpos despedazados, pero todavía no se ha podido confirmar si los tres atentados, o una parte de ellos, fueron cometidos por suicidas. Tampoco se ha determinado, por el momento, si hay extranjeros implicados. Las autoridades se inclinan por pensar que la autoría hay que atribuirla exclusivamente a egipcios, aunque en otras acciones recientes se establecieron conexiones entre quienes los cometieron, beduinos locales, y quienes los encargaron, organizaciones islamistas del exterior.

La Policía sospecha de un núcleo islamista que hace algunos años fundó un palestino en la localidad de Al-Arish, en el norte de la península, y que mantiene conexiones con algunas tribus beduinas de la zona. Según fuentes de la seguridad, las bombas eran «primitivas» y probablemente de fabricación casera. «Se trataba de artefactos que contenían pólvora y clavos y poseían temporizadores», explicó un agente.

Las explosiones causaron heridas a unas 60 personas de las que 40 son egipcios y el resto turistas occidentales entre los que no figura ningún español. «Desde las partes más elevadas de los hoteles se podía ver restos humanos en los tejados de las tiendas. Fue algo horrible, realmente horrible», dijo Steve Torokfalvy, un turista australiano.

«Oí la primera bomba y comencé a correr. Cuando sentí la segunda todavía estaba corriendo. Era una situación caótica porque no sabíamos qué dirección tomar. No sabíamos dónde iba a explotar la siguiente», dijo una finlandesa.

Los hoteles de Dahab estaban llenos de extranjeros y de coptos, una secta cristiana que constituye la principal minoría de Egipto y que estos días está de vacaciones a causa de la Pascua. «Fuimos corriendo hacia los lugares de la explosión y encontramos a nuestros amigos. Algunos ya estaban muertos y otros permanecía con vida, aunque tenían amputados los brazos», dijo un egipcio empleado en una tienda cercana.

«Era como en la guerra. Yo jamás había visto algo semejante, había sangre por todas partes. Un niño murió en mis brazos», dice temblando Michael Hartlich, un médico alemán que fue testigo de los atentados.

Todavía ayer se veían rastros del triple ataque que el lunes tomó como blanco una calle comercial. Las moscas zumbaban sobre los charcos de sangre ya seca. Las vitrinas de los comercios fueron despedazadas por las deflagraciones. Para los testigos, el recuerdo todavía es muy doloroso.

«Las sirenas saltaron. La gente corría. La Policía y los bomberos llegaron. Parecía un caos organizado. Había personas que recogían restos humanos. Era una locura», dice Paul McBeath, un instructor de buceo de 42 años. Este escocés instalado en Dahab desde hace cuatro años asegura que su amigo fue proyectado por la onda expansiva de una de las tres explosiones de su comercio hasta la playa cercana.

«Vi numerosos cadáveres y muchos heridos; un gran caos. Había una enorme destrucción», señaló Ibrahim Sadik, de 32 años, propietario de un cibercafé.

Murió en sus brazos

El doctor Hartlich, que se encontraba de vacaciones en esta ciudad frecuentada por sus célebres lugares para practicar submarinismo en el mar Rojo, se precipitó a los lugares donde se produjeron los ataques. «Un hombre yacía muerto, con la cabeza destrozada, un ojo salido y muchas heridas. Yo mandé a un muchachito con una pierna cortada hacia un hospital de Sharm el Sheij. Era danés», agregó. El niño que murió en sus brazos «tenía heridos profundas en el pecho. Estaba sentado en un restaurante chino», explica.



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