-¿Ser inmigrante, más que una condición social, es un sentimiento?

-Lo ideal para mí sería que nadie tuviera que emigrar. Que todo el mundo tenga su vida resuelta en su país de origen. ¿Ah!, y que hagamos esos viajes como turistas. Mis padres tardaron mucho tiempo en viajar a Suiza como es debido. Recuerdo que, una vez allí, me escribían postales en las que me decían que a menos de 100 kilómetros de distancia de donde vivíamos nosotros había una montaña con un castillo y unos lagos... Cosa que entonces no pudimos disfrutar porque éramos inmigrantes.

-La película llega justo en el momento en el que las fronteras de la Europa noble están siendo asaltadas.

-La película tendrá una lectura diferente para cada uno de los espectadores. Pero, de forma indirecta, cuenta lo que está pasando ahora con el fenómeno de la inmigración.

-¿Qué queda hoy en día de Pepelu y Benito?

-Queda mucho, todo son posos que se te quedan en la vida. Esos trabajos que hice me permitieron llegar hasta donde estoy ahora. Si no fuera por el respaldo económico que me proporcionaron aquellos años, no hubiera podido empujar un proyecto como este.