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Miércoles, 26 de abril de 2006
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CULTURA
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Son y compás
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Hoy escribo estas líneas con la pluma del corazón, del cálido recuerdo de una artista es inmortal. La Paquera de Jerez, genio y figura, representa con profundo fundamento a la cantaora más genial del siglo XX. Su nombre ya está asociado como el verso a la poesía, a la bulería más honda y arrebatadora que nuestros sentidos hayan percibido.

Torrente de genialidad, cénit flamenco , voz de las voces más auténticas , ecos de alamares negros, redobles de bulerías soñadas nacidas del compás más gitano. Yo no era demasiado amante del flamenco, a pesar de mi sangre gitana, nunca sentí esa indescifrable curiosidad en mí, quizás porque nunca me encontré con la grandeza de este cante. Recuerdo como si fuese ayer, ya hace muchos años, a la Paquera sentada en un bar del barrio de Virgen del Rocío en Rota, donde vivía. Solía yo acompañar a mi madre Marina y a mi abuela Pilar a su casa donde hablábamos de mil anécdotas. Recordaba con melancolía sus comienzos donde mi abuelo Bernardo la llevó a presentarla a las fiestas de los señoritos, su época en Madrid cantando en las Brujas, de su admiración por Caracol y su pasión por Terremoto, de cómo surgió su invención de crear villancicos flamencos, y todo con una sencillez y cariño desbordante . Tenía una preciosa foto en su salón de Paula. Le engloriaba poner vídeos de Paula toreando a cámara lenta con música clásica de fondo. Me decía «sobrino ¿eso como es? a vé, levantate e intenta hacerlo tú,venga ,venga...» A mí me daba mucha vergüenza. Ante su insistencia, cogí un mantel de la mesa y me puse a torear de salón. Cuál fue mi sorpresa cuando comenzó a cantarme de manera espontánea por bulería. En aquel mágico momento descubrí dentro de mí un neófito sentir, nacido de la atronadora melodía de su voz. Su voz nos sigue pellizcando en el corazón , filigranas que en el aire revuelan velos de seda. Se hizo crujir un quejío que el árbol del arte partío estremeció. Jerez, Cádiz, el cante y el arte, le deben levantar un monumento que realce y resople al mundo el sentir de su compás herío.



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