El 26 de abril de 2004, tras cantarle al Cristo, expiró Francisca Méndez Garrido. Hace justo dos siglos que nos abandonó. Sí, dos siglos, que no dos años. Al menos es lo que sentimos en lo más profundo. Lo más normal, cuando se cumple una efeméride como esta, es que se diga «si parece que fue ayer», pero en el caso de Paca estos dos años se nos hacen interminables. Entre otras cuestiones, porque nos ha dejado huérfanos de aquel grito telúrico que hacía estremecernos de tragedia y júbilo. Porque aún cerramos los ojos y la vemos aparecer en Villamarta retando a las leyes humanas con ese jipío. Porque añoramos demasiado cuando aquella Plaza de Toros se estremecía y quedaba silente ante una de sus bulerías. Ese «Aliiiiiliiiiliiii anda ole ole», manotazo en el pecho incluido, que era como un himno paquero y pescaero que surcaba el septiembre vendimiador de sus Jereles. Paquera era mucha Paquera. Y este tipo de artista, cuando desaparece, deja un vacío de-masiado grande para comprenderse tal cual. Lo peor es que jamás podrá llenarse el hueco insalvable que el tiempo propone. Era una artista impactante desde sus inicios, dotada con unos agudos inverosímiles que acompañaba con un raro equilibrio con los bajos de la voz; una fuerza desmedida pero que do-mesticaba al más difícil compás de la tierra. Así, con tan sólo 16 años, grabó unos primeros discos de pizarra en Barcelona con Manuel y Juan Morao Y desde entonces, su fama fue imparable. En 1957, marcha al Corral de la Morería de Madrid y se enrola en un sin fin de espectáculos con los que puso a España entera a cantar por bulerías. Su éxito rotundo lo alcanzó con su entonces Parrillita de Jerez cantando letras de Antonio Gallardo. Jamás una Maldición a unos Ojos verdes fue tan echada, haciendo que todas las emisoras pugnaran por radiarla a cada hora. Hasta su muerte asumió su cetro y reinó sin disputa, dejando una amplia discografía que ridiculiza a quiénes la creían una cantaora corta. Hoy se cumplen dos años de su adiós. Jamás doce meses han durado estos dos siglos que llevamos sin nuestra Paquera.