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Martes, 25 de abril de 2006
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Opinion
Sobre héroes y tumbas
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Sí, ya sé que el título no es original (es de uno de los buenos, Sábato), pero viene al caso. La historia funciona de la siguiente manera: el Día del Libro (que está muy bien y todos deberíamos hacer nuestro), los políticos de turno montan el tenderete, encargan a algún técnico mínimamente avispado que les escriba un discursito, suben al tenderete, leen su discurso con la convicción que sólo saben fingir los profesionales, se regodean con los aplausos de la concurrencia, desmontan el tenderete y se piran, no sin antes susurrar al oído de su ayudante: «Menos mal que están muertos estos cabrones».

Me pregunto cuántos de esos políticos (y para mí la palabra y la profesión merecen toda la admiración) realmente habrán regalado un libro en ese día que debería ser tan especial, tan íntimamente humano. Pero no un regalo a través de su gabinete de prensa (que pagamos entre todos), si no uno auténtico, cara a cara, con conversación posterior, besos, abrazos, sinceridad. Y me pregunto también cuántos habrán recibido libros como regalo. Insisto, como regalo y no como el peloteo que a estas alturas ya parece presuponerse en el trato con la clase política.

Está muy bien eso de organizar actos y campañas varias de fomento de la lectura, pero mejor aún sería que los gestores y adláteres de la cosa pública (léase políticos, periodistas, técnicos varios, gestores...) nos aplicásemos el cuento y nos pusiéramos manos a la obra. No hay mejor campaña de fomento de la lectura que leer. Y es que todo empieza en uno mismo.

La buena noticia que nos ha dejado la reciente celebración es que por primera vez en 25 años el informe estatal sobre juventud ha detectado un aumento en los niveles de lectura entre los menores de 15 años. ¿Un éxito de las antes mencionadas campañas? Da igual, lo que cuenta en este caso es el fin, no los medios. A lo mejor es que hay por ahí unos cuantos padres y profesores que se toman en serio su labor, a lo mejor es que una aldea poblada por irreductibles jóvenes resiste al invasor, a lo mejor es que los menores de 15 años no identifican como héroes únicamente a los peloteros, cantantes y personajes de videojuego, y se dan cuenta de que hay un universo de verdaderos héroes aguardando una oportunidad para desplegar todo su potencial subversivo y redentor, agazapados entre las páginas de los libros.

Se trata simplemente de ser más felices, y para eso es imprescindible ser más libres. Y una de las vías (nunca rápida, nunca fácil) hacia la libertad es la lectura. No la garantiza, pero ayuda, muestra caminos, abre opciones. Los (buenos) escritores son auténticos héroes. Algunos descansan en sus tumbas porque algún político de su tiempo descubrió que sus palabras eran armas poderosas.



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