Los aficionados al cine están de luto en Jerez. La ciudad no ha sabido conservar ni una sola de las salas que jalonaban las calles de Jerez. La única excepción a esta desidia colectiva es el Teatro Villamarta, que, a pesar de su rehabilitación, no ha vuelto a servir de sala cinematográfica. Luz Lealas, Jerezano, Delicias, Riba, Valeria o Maravillas son nombres que evocan una época no tan lejana, de sesiones dobles, acomodadores con linterna buscando a aprendices de amantes e ilusiones alrededor de una pantalla en blanco. La televisión, la desidia de los propietarios, la especulación urbanística, los cambios de gustos, o la falta de ayudas públicas. Razones hay para todos los gustos, y quizás la explicación real sea la combinación de todas ellas. Afortunadamente, a esta ciudad le queda dinero público para construir sedes de peñas flamencas y hermandades, que también son cultura, por cierto.