Era un 13 de abril, pero faltaban todavía doce meses para que se proclamara la Segunda República española. Corría el año 1930 y no hacía mucho que la dictadura del general Primo de Rivera había terminado. Ese día, toda la atención política del país estaba puesta en un ex ministro de la monarquía y miembro del Partido Liberal llamado Niceto Alcalá-Zamora. Había anunciado que hablaría en el Teatro Apolo de Valencia y eran muchos los que esperaban algo sonado. No defraudó; se declaró a favor de la República, explicando que la «legalidad constitucional» estaba «deshecha» y era «imposible de reconstruir».