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Domingo, 9 de abril de 2006
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AL AIRE LIBRE
Las barbas de tu vecino
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La política y el amor no han parecido nunca cuestiones bien avenidas. Si además añadimos a esta intuición el testimonio de Max Weber, cuando nos dice que desde el triunfo del estado constitucional moderno, el demagogo es la figura típica del político en Occidente, la cuestión aparece más clara. Mal se avienen las cosas del corazón con la demagogia, degeneración de la democracia, según la clásica exposición de Aristóteles, en la que la verdad se sustituye por el subterfugio para encubrirla.

El nuevo capítulo de desavenencias y desasosiegos del llamado Pacto de Jerez (¿ay Jerez, Jerez, cuantos pactos se perpetran en tu nombre!) nos trae algunos recuerdos que nos evidencian la historia de sucesivos romances que nunca cuajaron. Fue María José García Pelayo, en los avatares de su crisis política, quien utilizó la metáfora amatoria para referirse a aquellos días en que Pacheco y ella compartían el tálamo/Ayuntamiento (nunca mejor dicho esto de ayuntar): en realidad, comentaba, nunca hubo amor en el Pacto.

Parece que aquél pacto, superados los momentos de falta de oxígeno político del entonces alcalde, con la perspectiva del gobierno de la nación y algunas posibilidades mas de futuro, fue la solución aparentemente perfecta. En realidad, todo pacto de gobernabilidad que nace con vocación antialgo acaba pasando factura. Lo anti une muy precariamente, es una unión meramente negativa, no promocional.

Entonces se trataba de no dejar entrar al PSOE. Pero como los políticos siempre han aplicado bien aquello del rebus sic stantibus, el vuelco electoral post-11M cambió el panorama. Y comenzó la ronda amatoria con otro personaje. Recuerdo que cuando se consumó el Pacto que ahora malvive, en una entrevista con Jesús Quintero, Pacheco nos quiso transmitir una sensación de completa liberación. El gobierno local con la derecha fue un auténtico calvario. A sensu contrario, dejaba traslucir la sensación de que los nuevos socios le produjeron un reencuentro con los territorios naturales de la izquierda.

En estos días la alcaldesa nos revelaba que las relaciones con el PSA nunca fueron buenas desde el principio, entre otras cosas por las diferencias abismales que existen entre los dos partidos. Es decir, que al igual que con la derecha, nunca hubo amor. Sorprende eso del abismo cuando a renglón seguido se habla de anécdotas para referirse a las crisis que se suceden. Frente al ultimátum del no a Pilar, el todopoderoso Chaves (Manuel, no Hugo, no se confundan) advierte que Pilar es su hija política predilecta, y en ella tiene puestas todas sus complacencias. La Partida de Poker político está servida. Esperemos que los Colt no salgan a relucir por debajo de la mesa.



FE DE ERRORES: El artículo de opinión publicado ayer en esta misma sección bajo el título de 'Sin que sirva de precedente' y que aparecía firmado por error por Enrique V. de Mora no es obra de este columnista, sino del doctor Juan María Rosales Collado. Dicho artículo no debía haber aparecido en esta sección y la opinión vertida en él nada tiene que ver con el señor De Mora ni con la línea editorial de este periódico. Una vez aclarado este extremo, hoy reproducimos el artículo de opinión de Enrique V. de Mora que debería haber sido publicado ayer en esta sección.



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