ORSAY

INDIGNACIÓN E INDIFERENCIA

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Observo con preocupación una metamorfosis sociológica en el derechismo que no parece que pueda traer nada positivo. Del sentimiento de indignación se está pasando a una indiferencia que denota el cansancio de la afición después de haber clamado tanto en el desierto. La decepcionante respuesta del pasado domingo a la convocatoria «El Xerez me duele», con apenas un millar de seguidores en tarde desapacible, es un síntoma inequívoco de que a la gente empieza a resbalarle todo. Si en lo institucional y en lo deportivo no nos puede ir peor, en lo social vamos camino de tocar fondo, y eso tiene difícil vuelta atrás. Se impone una reflexión a la que nadie debe escapar. Porque no sólo los dirigentes se han encerrado en una burbuja y desoyen sistemáticamente el clamor de los socios. Harían bien en reflexionar los responsables de peñas, colectivos, foros y plataformas que, entre tanto debate y enfrentamientos estériles, han acabado por perder el criterio, la credibilidad y, de paso, la capacidad de liderazgo.

El hito histórico, y difícilmente repartible, de los 16.000 y pico de abonados de esta temporada obedece únicamente a la exitosa trayectoria deportiva y a los logros obtenidos en los últimos tiempos por futbolistas y técnicos. Hoy por hoy, los socios son el único patrimonio del club, pero su voz no es tenida en cuenta, y eso cansa y desanima. Dicen que cuanto más subes, más dura es la caída. Haría bien en aplicarse el cuento todo el xerecismo, no vaya a ser que el costalazo sea de proporciones gigantescas y no quede del escudo ni la corona. Lo del domingo pasado no es más que un botón de muestra de lo que puede ocurrir. Si a los aficionados no se les habla claro ni se les toma en serio, ese germen que ha ido sembrando de azul los corazones de nuevas generaciones de seguidores se puede perder. Y sería una lástima, porque lo más difícil se ha conseguido. Lograr un afición buena, no sólo en calidad, sino también en cantidad, no era una empresa fácil. Rectifiquemos todos, no vaya a ser que más pronto que tarde vayamos a encontrarnos en Chapín los 3.000 de toda la vida.