Cartas

'La gauche divine'

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Desde los años sesenta vivimos impregnados por una cultura en la que lo que diga y haga la izquierda es, como axioma, la verdad, lo mejor, lo moderno, lo insuperable, lo definitivo. Acaba de aprobar el Congreso de los Diputados la nueva ley del aborto, y la han pasado al Senado para su última valoración legislativa. En el mes de octubre pasado hubo una manifestación en Madrid a favor de la vida y en contra del aborto en la que participaron más de un millón de personas de todas las ideologías y zonas geográficas de España. A pesar de tan considerable reunión pacífica y popular, no nos han hecho caso nuestros insignes representantes políticos a los planteamientos que les manifestábamos. Amparándose en la pura formalidad de la ley nos van a hacer pasar por el aro de lo que ellos previamente habían decidido y que estaban dispuestos a sacar adelante, pasara lo que pasase. ¡Impresionante! Un millón de personas que se desplazan de todas las partes de España a pedir una cosa al Gobierno, y no se les hace ningún caso. Si a eso se le puede llamar democracia no sé si me merece la pena votar en las próximas elecciones, pues más que representantes míos actúan como representantes de un partido político, con disciplina de voto y consignas ideológicas que superan y están por encima y más allá de la realidad, de la ciencia y de las convicciones de una considerable parte de los ciudadanos a quienes dicen que representan. Lo dicho. La divina izquierda, 'la gauche divine'. La solución está en nuestras manos: aceptar esta situación o no, es decir, volver a votar a este partido en las próximas elecciones, o no.