Los zoroastrianos buscan su hueco en el Irán de los ayatolás

El boom turístico en la República Islámica abre la puerta a la mejora económica y social de los zoroastrianos, seguidores de la religión de la Antigua Persia que han sufrido todo tipo de abusos desde la invasión musulmana en el siglo VII

Vista del Templo del Fuego de Yazd ABC
Alicia Alamillos

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La ciudad del desierto Yazd es un destino obligado para el turista, que encuentra en sus callejuelas de barro y viejos templos el pasado persa del país. «Bienvenidos a Irán», refunfuña Advi, taxista zoroastriano reconvertido en guía. Acaba de detenerlo la Policía, «con cualquier pretexto», y le ha puesto una multa: «Solo porque soy zoroastriano. Si fuera musulmán, ni me hubieran parado». Advi -seudónimo- es miembro de la pequeña minoría de seguidores del Zoroastro (o Zaratustra), una religión reconocida en la República Islámica de Irán pero que sufre de discriminación diaria, intimidación e incluso acoso por las facciones más rigoristas del islam chií bajo acusaciones de que «amenazan la seguridad nacional y corrompen los valores de la Revolución islámica».

Los zoroastrianos en Irán, cuyo censo oscila entre los 25.000 y los 90.000 habitantes según la fuente, viven en su mayoría en los alrededores de Yazd y Kerman (centro). En las últimas décadas, muchos han emigrado a Teherán o a países como Estados Unidos (11.000) e India (69.900) , destino «dorado» para los seguidores del profeta Zaratustra. Oficialmente, los zoroastrianos, junto con los judíos y los cristianos armenios y asirios, son minoría religiosa protegida por la Constitución iraní, con representación parlamentaria garantizada. En la práctica, tienen vetado el acceso a altos cargos del gobierno y las fuerzas armadas, y muchos zoroastrianos denuncian presiones para cambiar su religión. La Carta Magna, según el Coordinador Cultural de la Embajada de Irán en Madrid, Ali Reza Esmaeili, les reconoce una completa libertad de culto e «incluso también participan en los problemas» de la República Islámica. «Técnicamente no está prohibido ser zoroastriano, pero lo que hacen es ahogarte en problemas, aunque sean burocráticos, o en el trabajo, a la hora de comprar una casa, en la educación. Hacen que sea muy duro el día a día», explica Advi.

Puerta de entrada al Chak Chak en Yazd A.Alamillos

«Políticamente sí que pueden ser considerados ciudadanos de segunda clase, pero no mucho más que la propia mayoría musulmana: solo la clase gobernante y el clero representarían una minoría “de primera clase”», dice a ABC Kianoosh Rezania, profesor iraní de Historia de las Religiones Asiáticas en la Universidad de Bochum (Alemania).

Las montañas de Persépolis recuerdan el glorioso pasado del imperio persa de la dinastía aqueménida, levantado sobre el zoroastrismo. Tras la invasión árabe en el siglo VII, la civilización y cultura «irania» fueron barridas casi por completo por los soldados de Alá. Así y todo, no desapareció: la iconografía del sol alado del Zoroastro -farohar- impregna todo lo iraní.

Boom turístico

En el siglo XX otra dinastía, la Pahlevi, fomentó el renacimiento del zoroastrismo como religión para un nuevo Estado llamado Irán o «país de los arios». Fue breve: en 1979, otra revolución impuso la República Islámica. Informes del Middle East Institute , think tank con sede en Washington, sostienen que muchos jóvenes zoroastrianos fueron obligados a cometer ataques suicidas durante la guerra contra el Irak de Sadam Husein. « La época de Jomeini era como el ISIS », asevera Advi mientras conduce su taxi por el desierto de Mazrae Kalantar hacia el pequeño monasterio sagrado de Chak Chak, enclavado en una montaña a donde peregrinan cada año en junio miles de zoroastrianos de todo el mundo. Otros lugares de culto, como los Templos de Fuego, son gestionados hoy día sus sacerdotes, los «mobeds», y la Sociedad de Zoroastrianos en Irán, que han detectado el potencial de la creciente ola turística que llega al país tras el levantamiento de las sanciones de Occidente. En Yazd, incluida en julio en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco, algunos zoroastrianos se anuncian como guías turísticos que pueden ofrecer «un auténtico acercamiento a la cultura persa y zoroastriana». Este boom ofrecerá «beneficios a nivel social y cultural mucho más importantes que económicos», sostiene Rezania.

En el interior de Chak Chak, monasterio sagrado zoroastriano A.Alamillos

Los gobiernos reformistas de Jatami y ahora Rohaní han relajado la discriminación de esta minoría. No obstante, la reelección y posterior suspensión del zoroastriano Sepanta Niknam como miembro del consejo municipal en Yazd ha reavivado la polémica interreligiosa en el país, recoge un informe de HRW publicado en octubre. Para el Consejo de Guardianes de la República, representantes de las minorías religiosas no pueden ser elegidos en distritos de mayoría musulmanas.

Pero una cosa es la sociedad y otra es la élite política. «Muchos jóvenes iraníes, hartos del islam más restrictivo, muestran sus simpatías manteniendo las tradiciones persas preislámicas de Zaratustra», apunta Nazanin Armanian, analista iraní que se exilió del país poco después de la Revolución. Sin embargo, abandonar el islam está prohibido bajo amenaza de la pena de muerte: «Nuestros mobeds no pueden hacer ‘evangelización’ porque podrían ser acusados de proselitismo».

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