«Roe versus Wade», la sentencia que cambió EE.UU.

La decisión del Supremo de 1973 en favor del aborto, núcleo de la batalla en torno al juez Kavanaugh

Norma L. McCorvey, «Jane Roe«, en 1997 , cuando ya era una activista contra el aborto AP

FRANCISCO DE ANDRÉS

Si los demócratas y activistas de izquierda norteamericanos hubieran seguido auscultando hasta la saciedad la vida del nominado al Tribunal Supremo, Brett Kavanaugh , habrían acabado confesando lo que de verdad buscaban. Querían un cuáquero para el Supremo –a ser posible mujer– que no bebiera, no fumara. no dijera tacos y no hubiera hecho nada de eso desde su más tierna infancia. Y, por supuesto, que no se sintiera incómodo con la legislación del aborto que arrancó con la sentencia del Supremo «Roe versus Wade» de 1973 . No es el pasado alegre de Kavanaugh lo que preocupa a la izquierda; es la creencia del juez en la necesidad de defender la vida desde la concepción lo que les quita el sueño.

Un juez conservador, al menos nominal, no hubiera importado siempre que tuviese la flexibilidad que demócratas y activistas apreciaban en Anthony Kennedy , el magistrado del Supremo que se jubiló voluntariamente hace meses. Cuando Kennedy fue nominado por Ronald Reagan en 1988 se presentaba como conservador, pero acabó votando a favor del aborto y del matrimonio gay. Con Kavanaugh, el presidente Trump, firme adversario del aborto, no quiere correr el mismo riesgo. Su llegada significa cinco jueces conservadores sin complejos frente a cuatro de izquierdas.

El meollo de esta elección en el Supremo es la sentencia de 1973 que despenalizó el aborto, y obligó a declarar inconstitucional toda la legislación de los estados en su contra. La joven «Jane Roe», seudónimo de Norma L. McCorvey , lo reclamó aquel año alegando que su embarazo era fruto de una violación. El fiscal de Texas Henry Wade defendió por su parte la legislación pro-vida vigente. El caso llegó al Supremo, que sentenció en favor de «Jane Roe». Norma McCorvey dio a luz una niña antes de conocerse la sentencia, y la entregó en adopción.

Muchos años después, en 1995, la protagonista del gran vuelco legislativo admitió que había mentido en el juicio, y que su embarazo no había sido fruto de una violación. Pero era demasiado tarde: en ese momento, el Supremo ya contaba con una mayoría claramente pro-aborto.

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