Trump y los republicanos pactan la mayor bajada fiscal desde Reagan
El presidente proclama que se beneficiarán «las clases medias y las familias»
El plan de Donald Trump de aplicar en Estados Unidos la mayor reducción de impuestos en treinta años está más cerca de ser realidad. Días de arduas negociaciones y de un prolongado tira y afloja entre su Administración y la mayoría en el Congreso han dado a luz un borrador de ley que deberá afrontar ahora una difícil tramitación . Será la hora de la verdad para el proyecto estrella con el que el presidente y el partido que lo sustenta pretenden salvar tan enrevesado mandato. El presidente ha tenido que renunciar a algunas medidas para que el déficit extra que el plan conllevará, a expensas de que el crecimiento futuro pueda reducirlo también, se haya limado desde los tres billones iniciales a 1,51 billones. Aunque se ha negado a otras modificaciones. Ayer, en compañía del presidente del Congreso, Paul Ryan, confiaba en que su reforma fiscal «no necesite más cambios». La cuadratura del círculo parece ahora posible, pero será la próxima batalla en el Congreso la que dicte sentencia.
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La iniciativa consensuada mantiene finalmente el tipo máximo, para las rentas más altas, en el 39,6% . Aunque el criterio de ingresos para considerar dicho tramo será más generoso con los matrimonios y menos con las declaraciones individuales. Dentro de la simplificación de seis a cuatro tramos que establece la reforma acordada, las bajadas de los porcentajes afectarán a las clases medias y bajas. Aunque será después la letra pequeña la que determine un análisis más reposado, el plan pretende beneficiar a «las clases medias y a las familias», según proclamó ayer el propio Trump al hacerse eco del entendimiento con los republicanos.
Para el outsider que aterrizó en la Casa Blanca, es casi una obsesión demostrar que su reducción de impuestos, que él considera «la mayor de la historia» pero que los republicanos la acercan moderadamente a la que promovió Ronald Reagan , beneficia, sobre todo, el crecimiento, la creación de empleo y la subida de salarios. Es parte de su compromiso electoral con las clases trabajadoras que le auparon a la Casa Blanca, especialmente en los estados industriales, a los que recordó hoy. Trump está convencido de que la reforma fiscal le puede llevar a la reelección . Pero los demócratas insisten en que el plan beneficia a los ricos, y, en especial, al propio presidente. La minoría en el Congreso replica que la rebaja de la retención fiscal para las empresas, que se prevé de un 35% actual al 20% estimado en el proyecto de ley, está dirigido también a «beneficiar el negocio» de Trump, dueño de un imperio del que sigue figurando como titular, aunque formalmente esté gestionado ahora por sus hijos.
Pese a que los republicanos van a tramitar el proyecto, que integrará los presupuestos, para que pueda ser aprobado por mayoría simple (en el caso del Senado, 51 de 100), la resistencia demócrata no es baladí. Trump teme que la minoría recurra al llamado filibusterismo (bloqueo parlamentario previsto en el reglamento de la cámara) si la previsión de déficit es excesivamente alta. Otro de los obstáculos para sacar adelante la nueva ley se encuentra en los propios senadores republicanos, tradicionalmente los más vigilantes del equilibrio de las cuentas públicas. Para dar su apoyo, algunos exigen aún menos riegos para el déficit, por lo que no se descarta que el proyecto reciba aún más cambios significativos. Pese a ello, la dirección republicana confía en que la reforma fiscal pueda aprobarse en torno a Navidades y aplicarse en 2018 .
