Trump imprime un rumbo más «sereno» a su política exterior

El reconocimiento de «una sola China» y las discrepancias con Moscú tranquilizan al establishment republicano

Washington/Nueva York Actualizado: Guardar
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  1. Enderezando el rumbo

    Aún es pronto para hacer un balance de la política exterior de Donald Trump. Pero la llegada al Departamento de Estado de Rex Tillerson, un veterano ejecutivo del petróleo ampliamente reconocido y con lazos en todo el mundo, parece enderezar el rumbo del barco a la deriva que simulaba ser el primer esbozo de relaciones internacionales del Despacho Oval. El reconocimiento de «una sola China» que Trump concedió a su homólogo, Xi Jinping, en un giro de 180 grados tras semanas de desplantes, y las primeras discrepancias de fondo con su admirado Vladímir Putin, conectan por primera vez la política exterior del controvertido presidente estadounidense con los grandes principios de sus antecesores en la Casa Blanca y del establishment republicano.

    No han sido los únicos gestos que parecen devolver las aguas a su cauce, después del año y medio en el que Trump pareció estar desmontando pieza a pieza el engranaje de relaciones internacionales sobre el que se ha movido EE.UU. desde la II Guerra Mundial. Aunque el presidente no se haya pronunciado al respecto, ayer la Alta Representante para la Política Exterior y Seguridad de la UE, Federica Mogherini, aseguró que Estados Unidos va a respetar el cumplimiento del acuerdo nuclear con Irán. Si se confirma, el respeto de Trump a un pacto que denunció repetidas veces en campaña supondría dar una mayor continuidad, si cabe, a los grandes ejes de la política exterior de Obama.

    La reorientación del nuevo presidente en los tres frentes se vio complementada con un viraje, al menos en las formas, hacia la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN), con cuyo secretario general se comprometió recientemente a acudir a la cumbre de líderes que tendrá lugar en mayo en Bruselas. Trump no ha bajado la guardia en su exigencia de que los miembros de la Alianza asuman el compromiso adquirido en el Tratado de aportar a la defensa el 2% de su Producto Interior Bruto (PIB), algo que sólo cumplen hoy Reino Unido, Polonia, Grecia y Estonia (además de Estados Unidos), pero su lenguaje abiertamente crítico ha menguado. En su último mensaje y en conservaciones con líderes europeos, entre ellos Mariano Rajoy, Trump expresó su «apoyo total» a que su país siga colaborando en el seno de la OTAN.

    A medida que se acerca a la Alianza Atlántica, el presidente norteamericano se aleja de Rusia. Por primera vez, su aparente idilio (por interés mutuo) con Putin empieza a enfriarse. Según ha trascendido, en la última conversación telefónica que mantuvieron, Trump expresó al jefe del Kremlin su rechazo al tratado de desarme nuclear que Putin suscribió en 2010 con su antecesor, Barack Obama, por considerar que «beneficia claramente a Rusia». El Kremlin ha pasado de la satisfacción por una elección presidencial que supo desestabilizar por muchos medios, a una «preocupación» por el que califican de «carácter imprevisible» de Trump. Ni siquiera la conocida amistad del presidente ruso con el secretario de Estado, Rex Tillerson, parece actuar en beneficio de una amistad entre Gobiernos que cada vez parece más irreal.

  2. Renuncia a presionar a Pekín a través de Taiwán

    Donald Trump y Xi Jinping
    Donald Trump y Xi Jinping - EFE

    Los desaires de Donald Trump al gigante chino quedan archivados. Al menos de momento. El presidente ha concedido a Pekín su principal exigencia: el reconocimiento de «una sola China». Que no es otra cosa que su integridad territorial, frente a la autodenominada «China no comunista», como se presenta Taiwán. Durante una conversación telefónica que mantuvieron ambos presidentes, Trump respondió positivamente a Xi Jinping cuando éste le planteó la cuestión directamente.

    Trump cierra así la herida abierta cuando llamó a la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, poco después de su victoria electoral. Toda una afrenta a China que amenazaba más de 40 años de pax romana entre ambos países. Desde que en los años 70, Nixon abriera las puertas a la normalización de relaciones, y Carter formalizara la nueva era. Tras las críticas que recibió por su llamada a la presidenta de Taiwán, Trump lanzó un mensaje desafiante: «No sé porque tenemos que estar ligados a la política de una sola China, a no ser que lleguemos a un acuerdo con China que tenga que ver con otras cosas, por ejemplo, el comercio».

    La «larga» y «extremadamente cordial» charla telefónica de los dos presidentes, según calificativos de la Casa Blanca, parece desterrar la idea inicial de Trump de utilizar a Taiwán como elemento de presión para negociar con Pekín. Una visión muy empresarial que cada vez cede más a la realpolitik. Además, el cambio deja atrás los precedentes en una campaña electoral que Trump utilizó para arremeter contra el gigante asiático. Para el entonces candidato republicano, que basó gran parte de su política en la promesa de una política proteccionista frente a la competencia desleal china, tanto por su política monetaria como por su facilidad con la que introduce sus productos, China fue uno de los «enemigos externos» a los que lanzar sus críticas. Una forma de conectar con el descontento de buena parte de la clase trabajadora blanca, que terminó dándole la victoria. En sus arremetidas contra Pekín, Trump llegó a afirmar que China «roba» a EE.UU.

    «Feliz año nuevo»

    Los primeros pasos del nuevo inquilino de la Casa Blanca tampoco habían sido muy amistosos hacia el presidente asiático. Xi Jinping fue el único mandatario de un país importante que no fue incluido en la tradicional ronda inicial de llamadas del presidente estadounidense. Después de casi una veintena de contactos, Trump remitió una carta respetuosa al presidente chino, de la cual acusaron recibo las autoridades de Pekín apenas hace dos días. En ella, el presidente norteamericano deseaba a Xi Jinping un «feliz año nuevo chino». Fue el preludio de la llamada de Trump, la noche del jueves, que supone un notable giro y que normaliza las relaciones.

  3. Compromiso con la seguridad del país nipón

    Donald Trump y Shinzo Abe
    Donald Trump y Shinzo Abe - REUTERS

    Donald Trump también ha virado notablemente en la forma y en el fondo de su relación con Japón. Aunque en este caso puede que pesen también las «inversiones fuertes» que EE.UU. llevará a cabo en aquel país, según anunció el presidente. Trump aseguró estar «comprometido» con la seguridad del país nipón, modificando notablemente el agresivo discurso que mostró en el pasado, especialmente en campaña electoral, cuando aseguró que Japón, así como otros estados, «deberían garantizarse su propia seguridad o pagar por ella».

    Trump ofreció una imagen de satisfacción junto al primer ministro Shinzo Abe, durante la rueda de prensa conjunta que mantuvieron en la Casa Blanca. Animado en su espíritu empresarial, el presidente fue más allá en su renovada apuesta al asegurar que la cooperación en defensa entre ambos países «será cada vez más fuerte, y con el tiempo se volverá impenetrable». En su discurso, Trump se refirió a la defensa de «todas las áreas de control administrativo» de Japón, en alusión a las islas Senkaku, que no citó, pero que constituyen un antiguo litigio con China, que reclama su propiedad.

    Ambos mandatarios comparecieron ante los medios poco antes de subirse al Air Force One, junto a sus esposas, para dirigirse a la mansión de Trump en Florida, Mar-a-lago, donde se alojará el matrimonio japonés el fin de semana.

  4. EE.UU. respetará el acuerdo nuclear con Irán

    Rex Tillerson y Federica Mogherini
    Rex Tillerson y Federica Mogherini - REUTERS

    Las autoridades europeas y la Administración Trump están de acuerdo en las cuestiones básicas de asuntos de máxima importancia como el acuerdo nuclear con Irán y las sanciones a Rusia, aseguró ayer la alta representante de la Unión Europea, Federica Mogherini. La jefa de la diplomacia europea se reunió en Washington con algunos de los pesos pesados del nuevo Gobierno estadounidense, como el secretario de Estado, Rex Tillerson; el asesor de seguridad nacional, Michael Flynn; y el asesor y yerno de Trump, Jared Kushner.

    «Me aseguraron, por lo que escuché en los encuentros, la intención de mantener la completa implementación del acuerdo», dijo Mogherini sobre el pacto nuclear firmado con Irán en 2015, que limita las capacidades atómicas de Teherán en su alcance y duración, a cambio del levantamiento de las sanciones.

    Trump criticó ese acuerdo hasta la saciedad durante la campaña y se comprometió a desmantelarlo. Pero dar marcha atrás en un acuerdo convenido por las grandes potencias nucleares no parece tan fácil. Trump, eso sí, ha iniciado su presidencia litigando con Teherán: Flynn puso la semana pasada «oficialmente en aviso» a Irán por unas pruebas con un misil de medio alcance y el Departamento del Tesoro impuso nuevas sanciones a individuos y entidades del país.

    Mogherini también quiso tranquilizar sobre la posición de EE.UU. sobre Rusia en el conflicto de Ucrania. «Estamos de acuerdo en la necesidad de implementar en su totalidad el acuerdo de Minsk y en que las sanciones están sujetas al cumplimiento de ese acuerdo», aseguró sobre la posición de sus socios estadounidenses, después de que la relación entre Trump y Moscú haya estado en el foco de atención durante meses. La comunidad de inteligencia de EE.UU. dictaminó que Putin trató de influir en las elecciones presidenciales de EE.UU. con el objetivo de beneficiar a Trump, que había demostrado sintonía con el presidente ruso durante la campaña. Además, fue polémica la elección para secretario de Estado de Rex Tillerson por su cercana relación con Putin durante sus años como consejero delegado de la petrolera ExxonMobile, desde la que criticó las sanciones a Rusia.

    Mogherini también advirtió durante su conversación con su homólogo estadounidense de las consecuencias perjudiciales que podría tener el traslado de la embajada de EE.UU. en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, como prometió Trump durante la campaña y que podría provocar una ola de violencia.

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