Trump ve la guerra comercial como «necesaria» para lograr concesiones

El presidente de EE.UU. se ampara en sus promesas a los trabajadores de estados industriales

Donald Trump, a su llegada a Dallas (Texas) a bordo del Air Force One este miércoles
Manuel Erice Oronoz

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Aunque parezca una ruptura, la decisión de Trump de aplicar los aranceles al acero y el aluminio a la Unión Europea, Canadá y México es más bien otra vuelta de tuerca. Es un hecho que la guerra comercial ya se ha iniciado, pero también que las medidas que la provocan podrían parar en cualquier momento. Es el «modus operandi» de Donald Trump, el magnate de regate en corto que sólo contempla un objetivo: sacar tajada en la negociación. No importa que al otro lado de la mesa estén los aliados de EE.UU. ni que sus maniobras pongan boca arriba los mercados. Cuando el controvertido inquilino de la Casa Blanca compruebe que no puede obtener más beneficio, cesarán las hostilidades.

El anuncio de la entrada en vigor de los aranceles confirma que la Administración estadounidense va a seguir con la estrategia del palo y la zanahoria. Wilbur Ross aseguró que continuarán las negociaciones con la UE y con canadienses y mexicanos, con quienes se encuentra en pleno proceso renegociador del TCLAN (Tratado de Libre Comercio para América del Norte). Y justificó su negativa a la excepcionalidad permanente que reclamaba Bruselas con esta ambigua declaración: «No estamos preparados para prolongar tal condición». Una forma de reconocer que EE.UU. necesita presionar más para obtener lo que busca.

El presidente proteccionista lanzó su primera advertencia de levantar barreras arancelarias en marzo. En abril, China recibió la primera batería de imposiciones a sus exportaciones de metal y aluminio , mientras se aplicaba una prórroga de un mes a los aliados. El aplazamiento se repetiría hasta el 31 de mayo. Maniobras de tanteo con las que Trump estaba emprendiendo su particular proceso de negociación. Con el argumento reiterado, y real, de que EE.UU. arrastra un déficit comercial con casi todos los países, es decir, que vende menos de lo que compra, Trump daba continuidad a lo prometido en campaña electoral. Entonces prometió a los trabajadores de los estados industriales, de tradicional voto demócrata, que no consentiría que fueran por más tiempo «víctimas» la mala gestión de sus antecesores.

Perjuicio a empresas exportadoras

Aunque son mayoría los expertos que discrepan de este argumento. A su juicio, el simplista ejercicio de Trump de aplicar la cuenta general de ingresos y gastos a la política comercial se deja por el camino muchos ángulos. En especial, el perjuicio que sufrirán las empresas exportadoras, y sus empleados, con la aplicación de aranceles a sus bienes para acceder a los mercados de los países afectados. También, el de los consumidores estadounidenses, que verán cómo aumentan los precios de los productos cargados por Trump con más imposición.

De momento, el principal sector afectado por los aranceles es el de la construcción de equipamiento militar , que incluye los tanques, armas y vehículos acorazados. Una industria que ha elegido para vincular su discurso al de la seguridad, el otro gran mensaje de cabecera de un presidente que asegura que el desequilibrio comercial ha debilitado la capacidad de defensa de EE.UU. Ross lo resumió así: «Defendemos el principio de que sin una economía fuerte, no puedes tener una seguridad nacional fuerte».

Pero las amenazas no cesan. Mientras se negocia, la Administración Trump prepara hacer efectiva una segunda remesa de aranceles a productos importados. Ésta de aplicación al sector del automóvil, tanto a los vehículos ya fabricados como a las piezas para su construcción en EE.UU.

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