Trump dice ahora que considera «con fuerza» liberar a inmigrantes en «ciudades santuario»

La idea era meter en autobuses a miles de inmigrantes indocumentados para los que no hay lugar en los centros de detención, o que no pueden permanecer detenidos mucho tiempo, y mandarlos a ciudades progresistas

Donald Trump AFP

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La política migratoria ha sido un arma electoral clave para Donald Trump -la construcción del muro con México fue uno de los pilares de su campaña presidencial- y no está dispuesto a renunciar a ella para agitar a sus bases. Ni siquiera cuando es su propio Gobierno quien se la quita. Ha quedado de manifiesto otra vez esta semana, en un cruce de informaciones y declaraciones contradictorias entre la prensa, la Casa Blanca y el propio presidente.

El jueves, ’The Washington Post’ revelaba que la Administración Trump había considerado en al menos dos ocasiones liberar a inmigrantes indocumentados , que desbordan la capacidad de detención de las autoridades en la frontera, en las llamadas ‘ciudades santuario’. Es un término con el que en EE.UU. se reconoce a los municipios que renuncian a informar a las autoridades federales sobre el estatus legal de inmigrantes indocumentados detenidos para evitar su deportación, siempre que no supongan una amenaza para la seguridad pública.

La idea era meter en autobuses a miles de inmigrantes indocumentados para los que no hay lugar en los centros de detención, o que no pueden permanecer detenidos mucho tiempo por ser menores no acompañados o familias, y mandarlos a ciudades progresistas autocalificadas como ‘santuarios’. En concreto, uno de los destinos era el distrito de San Francisco de Nancy Pelosi , la líder demócrata en la Cámara de Representantes. Era una maniobra puramente política, para agradar al electorado trumpista y dejar en mal lugar a los demócratas de las ciudades afectadas.

La idea fue rechazada de inmediato por las agencias afectadas, como la policía de inmigración y aduanas (ICE, en sus siglas en inglés), que la consideraba una pesadilla logística y un despilfarro de fondos públicos.

Tras la publicación del artículo, la Casa Blanca y el Departamento de Seguridad Nacional enviaron comunicados de respuesta al periódico, negando que la propuesta estuviera bajo consideración y retratándola como un asunto pasajero: «Fue solamente una sugerencia que se puso encima de la mesa y fue rechaza, y eso acabó cualquier discusión al respecto» y su tratamiento fue «informal».

Era una reacción convencional a una idea que hubiera desatado una polémica inmediata , y una batalla política y en los tribunales: supone castigar al contrario político con una medida costosa, difícil de implementar y de base legal cuestionable.

Pero esa respuesta no tiene el olfato político de Trump. Un día después, en lugar de rechazar el asunto o dejarlo de lado, el presidente de EE.UU. doblaba la apuesta. A Trump, que le encanta desmentir a la prensa, daba por bueno lo que decía el artículo y contradecía a su equipo: «Estamos considerando con fuerza colocar a inmigrantes ilegales solo en ciudades santuario», aseguró en Twitter. «La izquierda radical parece defender una política de fronteras abiertas y brazos abiertos , ¡así que esto les hará muy felices!».

Las ciudades santuario ya habían formado parte del discurso electoral de Trump en 2016 -se comprometió a quitarles los fondos federales, algo que no ha conseguido cumplir- y en esta ocasión volvió a aprovechar la oportunidad.

El fiscal de distrito de San Francisco, George Gascón , calificó la respuesta de Trump como «un montaje político» y «el signo más claro hasta el momento de que el presidente busca abrir el camino a la reelección sobre una retórica racista y políticas que buscan dividirnos».

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