Amigos y familiares de la víctimas del tiroteo
Amigos y familiares de la víctimas del tiroteo - REUTERS
Matanza en Orlando

«Nos está rodeando; nos va a matar»

Una noche de fiesta latina se transformó en un infierno para 300 personas. Algunas llamaron por teléfono a sus familias para alertar de la masacre

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La que prometía ser una gran fiesta de música latina, a ritmo de Reggeaton y otros sonidos caribeños, se convirtió en un infierno. Eran las dos de la mañana (hora local), cuando Omar Mateen irrumpió en el céntrico club Pulse -uno de los bares gays más emblemáticos de la ciudad de Orlando-. Lo hacía armado hasta los dientes, con un rifle, una pistola y posiblemente algún tipo de artefacto explosivo.

En pocos minutos se desataba una pesadilla para los clientes del local, cuando se dieron cuenta de que lo que sonaba de fondo no era un tiroteo simulado por la música del Dj, sino uno terriblemente real, el peor de la historia de Estados Unidos, como el propio presidente, Barack Obama, confirmaba horas después en una intervención extraordinaria en televisión.

Es muy probable que a más de uno de los que se encontraban en este club el sábado por la noche le viniera a la memoria lo sucedido hace casi siete meses -se cumplen hoy- en la sala Bataclan de París, cuando varios yihadistas acabaron con la vida de 90 personas.

Apurando el último sorbo

«Eran sobre las dos de la mañana, poco antes de la hora del cierre y la gente estaba apurando su última copa», explicaba Rob Rick, uno de los testigos que salieron ilesos de la matanza. En el local, con capacidad para más de 320 personas, todavía había un centenar de ellas, según Rick, aunque la Policía estima que estaba todavía prácticamente lleno cuando comenzaron a oírse disparos: «Me tiré al suelo y me fui arrastrando hacia la cabina del DJ», señala Rick. Otro de los asistentes a la «noche latina», que logró escapar, explicó cómo una de las ráfagas de disparos duró una eternidad, más que la canción que sonaba en ese momento en la sala.

Mina, aunque no estaba en el interior del club, vivió un «infierno» durante las tres horas que transcurrieron entre las 2 y las 5 de la madrugada. Dentro de Pulse se encontraba su hijo Eddie Justice cuando irrumpió Mateen en el local, quien a pesar del miedo y del caos pudo mandar a su madre un mensaje de texto a través de su teléfono móvil contándole lo que estaba sucediendo en tiempo real y pidiéndole ayuda, según relató ayer la propia Mina al canal local de televisión WFTV9. Eddie pudo comunicarse con ella desde el baño de mujeres, donde se había refugiado junto con otros clientes tras comenzar el tiroteo: «Llámalos. Ahora. Estoy en el baño. Nos está rodeando. Nos va a matar», alcanzó a escribirle. A continuación, Mina le pidió el nombre del club y dónde se encontraba exactamente él. En un momento de la noche pudieron incluso hablar brevemente por teléfono, lo que le permitió a Mina escuchar los llantos de fondo de quienes se encontraban en el aseo junto a su hijo. La espera fue interminable. A las cinco de la madrugada el tirador era abatido.

Uno de los mensajes de texto enviados por Eddie a su madre Mina
Uno de los mensajes de texto enviados por Eddie a su madre Mina - WFTV9

Un local emblemático

Antes de que Mateen irrumpiera en el club, la noche transcurría con total normalidad en Pulse, según Carson Wells, que se encontraba allí con un grupo de amigos disfrutando de la «noche latina», hasta que escuchó una ráfaga de disparos: «Parecía que formaba parte de la mezcla del Dj, de la música. Cuando me di cuenta que no era así salí corriendo hacia la parte trasera del local sin mirar atrás», confiesa. Wells recuerda que una vez allí tres de sus amigos fueron heridos por las balas. Trasladados posteriormente al hospital, los tres se encuentran fuera de peligro.

El club, que se define como uno de los «bares gais más calientes de Orlando» y que es uno de los locales más emblemáticos de la comunidad homosexual en Florida, durante semanas había anunciado un evento especial para la noche del sábado: una velada de música latina. Cristopher Hansen disfrutó de ella desde la zona VIP hasta que comenzaron los disparos, «más de 40», según declaró a varios medios de comunicación. «Al principio pensé que era una broma. Parecía una película de terror, totalmente irreal. Todo el mundo gritaba. Solo pensaba: por favor, por favor, quiero salir. Me caí y me arrastré hacia fuera», señala. «La gente estaba tratando de escapar por la parte trasera del club. Ayudé a alguien que estaba en el suelo. No estaba seguro de si estaba vivo o muerto», recuerda, explicando que la gente estaba cubierta de sangre, él también, y no sabía si era suya o de otra persona. Tiene constancia de que se quitó un pañuelo que llevaba en la cabeza y trató de tapar la herida de bala que un hombre tenía en la espalda. «En ese momento tienes la esperanza y rezas para que ninguno de los tiros te haya alcanzado».

Rosie Feba, que había ido a disfrutar de la «noche latina» con su novia, confirma que todo comenzó cerca de la hora del cierre. «Mi novia me dijo que alguien estaba disparando. Todo el mundo se tiró al suelo», declara y reconoce que al principio creyó que «no era real». «Pensaba que era parte de la música hasta que vi el fuego de su pistola», agregó la testigo en referencia a Mateen. Ambas lograron escapar ilesas.

Varios testigos también narraron a la Policía y a los medios de comunicación cómo alguién rompió la parte que separaba la zona destinada a los clientes del club de la otra cuyos accesos solo estaban permitidos a los trabajdores. Desde allí la gente pudo escapar por la puerta trasera del club. Otros se escondieron en el baño y llamaron al número de emergencias o, como en el caso de Eddie, a un familiar durante los disparos esperando que la agonía que duró tres largas horas terminase.

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