Sadiq Khan, recién elegido alcalde de Londres, es el primer regidor musulmán de una capital europea
Sadiq Khan, recién elegido alcalde de Londres, es el primer regidor musulmán de una capital europea - AFP
Entrevista a Hugh Kennedy

«Tener un alcalde musulmán en Londres es una esperanza para Europa»

Kennedy, especializado en Al Andalus, las cruzadas y los primeros califatos, es un reputado arabista de la Universidad de Londres (SOAS), uno de los principales centros europeos de Historia del Islam

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Londres tendrá un alcalde musulmán. No, no se trata de la adaptación inglesa a «Sumisión», controvertida novela de Michel Houellebecq, donde un líder islamista llega al Elíseo y pone Francia patas arriba. Hijo de inmigrantes paquistaníes, Sadiq Khan es el primer musulmán practicante al frente de una capital occidental. Junto a sus siete hermanos, creció en los suburbios londinenses entre viviendas de protección oficial. Lo tuvo claro: para crecer en un entorno humilde, tenía que saber defenderse. Boxeó de joven. «Es sobre todo defensa; te aseguras siempre tener la cara cubierta». Resumen: musulmán y boxeador. ¿Miedo? Para los más escépticos, sí: sus rivales le han vinculado con figuras radicales e incluso con terroristas en la época en la que ejercía de abogado de derechos humanos.

Pero barrio a barrio, ha conquistado a una ciudad que cada vez se va pareciendo más a él. «Tener un alcalde musulmán en Londres es muy esperanzador para Europa. Es una noticia maravillosa», asegura Hugh Kennedy, profesor de la Universidad de Londres (SOAS), y uno de los más prestigiosos especialistas en la historia islámica medieval de Europa y Asia.

Momento de la entrevista a Hugh Kennedy en la Casa Árabe, en Madrid
Momento de la entrevista a Hugh Kennedy en la Casa Árabe, en Madrid - CEDIDA POR CASA ÁRABE (ALBA AMBRÓS)

Kennedy (Reino Unido, 1947), de visita en España para hablar de la importancia de Damasco como capital del Califato Omeya (evento organizado por Casa Árabe), cree que «Khan (del Partido Laborista) mostrará a la gente de la comunidad musulmana que hay lugar para los musulmanes en Londres». Aunque no lo haya declarado oficialmente, para el autodenominado Estado Islámico, el nuevo alcalde de Londres es un apóstata: cree en la democracia y en la tolerancia hacia otras creencias. Otros líderes musulmanes han sido señalados en la última edición de la revista propagandística Dabiq, donde se señala con nombre y apellidos a imanes que no se rinden ante la tiranía yihadista. Frente a la estrategia de malos y buenos, de blancos y negros, que quieren exportar a Europa los bárbaros del islam, el historiador defiende la elección de un alcalde musulmán.

El « Londonistán» de la multiculturalidad es también donde creció Jihadi John, el matarife más conocido de Daesh, asesinado en un bombardeo estadounidense el pasado otoño. Al menos 800 personas han viajado de Reino Unido a Siria e Irak para apoyar a organizaciones yihadistas. Cerca de la mitad ha regresado del «califato» a las islas británicas, según las autoridades del país.

Frente a la crisis del modelo francés de asimilación, el Gobierno británico presume de éxito y normalidad entre comunidades religiosas salvo excepciones. Como en Reino Unido, el multiculturalismo llegó a las instituciones francesas hace ya varios años. «No hay un racismo institucional, los gobiernos intentan contar con ministros magrebíes como la de Educación, Najat Vallaud-Belkacem. Pero ellos vienen del centro de las ciudades, no de las cités (suburbios), donde no hay trabajo», según apuntaba el periodista francés especializado en geopolítica Hyman Harold, en un reportaje sobre caladeros de captación en Francia en los inestables suburbios. Según Kennedy, Reino Unido y Francia tienen problemas distintos porque los musulmanes vienen de diferentes partes del mundo. En el caso de Francia vienen del norte de África. En el británico, de Pakistán, India o Bangladesh. «Tienen tradiciones diferentes: no están tan impresionados por el Daesh, también porque ellos no leen o saben árabe».

El apoyo de los jóvenes árabes al Daesh ha caído con respecto al año pasado. Así lo confirma el 8º Estudio Anual sobre la Juventud Árabe 2016, realizado por la consultora Burson-Marsteller. Tampoco ven posible la creación del tan anhelado califato que los terroristas del Daesh proclamaron hace dos años. En cambio, otro sondeo en 2006, de Gallup, señalaba que los musulmanes de Egipto, Marruecos, Indonesia y Paquistán, apoyaban un proyecto de «unificación de todos los países islámicos» en torno a un califato.

La idea de un «gobierno» para todos los musulmanes ha vuelto una y otra vez en la Historia. Pasaron 90 años entre el fin del califato otomano y el anuncio del autoproclamado califa Abu Bakr al Bagdadi en verano de 2014: «Esta idea ha sido rescatada por varios grupos políticos en Oriente Medio y ahora el Daesh ha hecho de ella la clave de su política», asevera el arabista. Pero este régimen, si puede utilizarse el término, tiene tantas aristas como interpretaciones del islam en el mundo. «Los primeros líderes musulmanes eran sofisticados hombres cosmopolitas». Pese a la barbarie del islam más rigorista practicado por los terroristas del Daesh, los califas estaban lejos de ser doctrinarios. Como señala en un reportaje el semanario británico « The Economist», Abdulhamid II, que estuvo al frente del mundo musulmán desde 1876 al 1909, era un apasionado de la música (prohibida por el Daesh) y «creció en una corte de princesas que tocaban el piano».

Califas que bebían alcohol

Los Quraish, la tribu de Mahoma que impuso el califato tras la muerte del profeta, son una sola familia; una familia que fundó un estado. Adonis (pseudónimo de Ali Ahmad Said Esber), poeta sirio y desde hace años el principal candidato en lengua árabe a ganar el Nobel de Literatura, en su último libro, «Violencia e Islam», pide una relectura libre y reflexiva de esta cultura. «Después Saqifa. Incluso los Ansar, que defendieron a Mahoma contra sus enemigos entre los Quraish, fueron apartados del ejercicio del poder por la fuerza de la espada. Los Ansar propusieron una forma de coalición. Se pidió que se compartiera el poder. Digamos que una especie de democracia en la que pudieran participar en la vida política al igual que los Quraishíes». Para el escritor, el pensamiento árabe, incluso el calificado como moderno, sigue siendo dogmático y prisionero del espíritu de tribu. «No hay nada que cambiar, nada que cuestionar. Todo debe seguir como antes, fijo, inmutable».

El autodenominado Estado Islámico repite únicamente el lado oscuro de la Historia. «No repite el genio de un Averroes, de un Alhacén o de un Ibn Arabí, ni la audacia especulativa de los mutazilíes», según se narra en el libro de Adonis. Los yihadistas repiten lo que está vinculado con el poder y no con el pensamiento o la investigación.

Según Kennedy, se está imponiendo la visión totalitaria del Daesh en el mundo islámico. «Pero viene del pasado, del concepto de Takfir, quien no sigue los postulados es un kuffar (infiel) y debe morir. Quieren imponer la idea del auténtico islam y quien no este de acuerdo debe ser asesinado. Y esto es una justificación totalitaria para las cosas terribles que hacen en Siria y en Irak. Pero aunque hayan atacado París o Bruselas, la mayoría de las víctimas son árabes musulmanes».

Daesh se está olvidando de todo lo relativo a la tolerancia hacia los no musulmanes de los primeros califatos
Hugh Kennedy

El arabista asegura que la propaganda de Estado Islamico hace que la gente esté entusiasmada por una nueva visión del islam. Es todo parte de la construcción del compromiso religioso. Para ello utilizan conceptos como el del apocalipsis, que es un reclamo efectivo con el que atraer a combatientes extranjeros al califato. «Daesh quiere ser un ejemplo de lo que hacían. Pero nadie sabe exactamente lo que hacían, ellos lo están maquillando, seleccionando episodios de aquella época. Se están olvidando de todo lo relativo a la tolerancia en el trato a los no musulmanes de los primeros califatos».

Beber alcohol era una parte fundamental de las primeras cortes califales preotomanas, dice Kennedy. Pero los policías de la moral y los más puritanos siempre han existido. El califa omeya Walid II fue asesinado en 744 tras ser acusado de organizar fiestas con alcohol en La Meca. «Muchos del clan Quraish bebían», agrega.

El nuevo alcalde de Londres, hijo de conductor de autobús, habitante de los suburbios, es musulmán practicante. No bebe alcohol. «Quiero que todos disfruten de las oportunidades que la ciudad me dio», ha dicho en su investidura. Aproximadamente 1 de cada 8 personas es musulmana en Londres. «Toda mi vida me la he pasado combatiendo el extremismo», insiste ante las acusaciones de apoyar a radicales. El ascenso del «Ciudadano Khan», como lo llaman sus simpatizantes, es fruto de la evolución de una de las capitales más multiétnicas del mundo, y una prueba más ante los totalitarios de que Occidente no odia al islam.

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