Los socialistas lusos llegan como favoritos a las urnas

Los conservadores del PSD parecen haber recortado distancias, pero la división por el flanco derecho no beneficia el relevo político

El primer ministro portugués y líder del Partido Socialista Antonio Costa AFP
Francisco Chacón

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Las elecciones legislativas en Portugal miden las fuerzas del Gobierno socialista y de todos sus adversarios pero, a juzgar por el incidente que empañó el último día de campaña, las aguas no bajan precisamente tranquilas. El primer ministro, Antonio Costa , perdió los nervios en pleno centro de Lisboa y se encaró con un hombre de avanzada edad que se había acercado para recriminarle que estaba de vacaciones (como así sucedió) el 17 de junio de 2017, cuando un gigantesco incendio mató a 67 personas en la localidad de Pedrógao Grande.

Costa reaccionó de manera inmediata: se lanzó a por el hombre y le dijo «mentira, mentira». Los guardias de seguridad tuvieron que emplearse a fondo para zanjar el entuerto. Quienes se hallaban en los alrededores no salían de su asombro ante el comportamiento de su máximo mandatario político, que después se dirigió a la Estación de Santa Apolonia y echó la culpa a los conservadores del PSD y del CDS de estar detrás del lance.

Está por ver si le va a pasar factura semejante actitud, pero el caso es que su nerviosismo coincide con los últimos sondeos, que retratan un avance de la derecha en las semanas más recientes, sobre todo desde que se celebró el debate entre Antonio Costa y Rui Rio en TV.

Más allá del incidente, ¿en qué contexto llegan estos comicios legislativos del 6 de octubre ahora que tan de moda parece haberse puesto «copiar el modelo a la portuguesa»? Al menos en España. Al menos en cierto sector de la calle Ferraz.

Los esquemas casi nunca son exportables, pero en este caso menos aún si tenemos en cuenta que todos los partidos políticos lusos hacen gala de un sentido de Estado .

Lo que está claro es que el PS se planta en la meta electoral pidiendo la hora, como se dice en el argot futbolístico… todo lo contrario que los anteriormente erráticos conservadores del PSD, a los que Rui Rio parece haber reconducido sin hacer ruido y armándose de perseverancia.

Su campaña ha ido de menos a más, aunque ciertamente se ven perjudicados por la división en ese flanco, debido a la irrupción de dos nuevas formaciones: Aliança, comandada por el exprimer ministro Santana Lopes, y Chega, en la que André Ventura se alinea con los planteamientos de Vox en Madrid. También existe Nós Cidadaos, clon bendecido por Albert Rivera, pero su presencia es meramente anecdótica. En cuanto al CDS de Assunçao Cristas, parece que su peso está menguando cada vez más.

Posibles alianzas

A comienzos de septiembre, la diferencia entre los socialistas y la principal fuerza conservadora se aproximaba a los 20 puntos. A la hora de clausurar la campaña, y antes del enfurecido «desliz» de Antonio Costa con un hombre de avanzada edad, la distancia en las encuestas quedó reducida a 10.

La pregunta flota en el aire, ¿por qué Rui Rio no atacó antes a Antonio Costa para ir comiéndole su terreno? La explicación puede hallarse en que el candidato portuense no cierra la puerta a un posible bloque central, pues ha demostrado en el norte de Portugal ser especialista en «domesticar» al Partido Socialista .

El objetivo no sería otro, claro, que desbaratar una hipotética reedición de la fórmula gubernamental conocida como «geringonça», en la que el PS se sustenta en la izquierda radical, constituida por el Bloco de Esquerda, los comunistas y la singular amalgama denominada PAN (Personas, Animales, Naturaleza).

También habrá que estar atentos a cómo puede afectar al vigente Gobierno el «asunto Tancos», referido al robo de armas del Ejército en un depósito militar y que tal vez podría salpicar al ministro de Defensa en caso de que se demostrara que estaba al tanto de todo.

Son las peculiaridades de Portugal en esta jornada electoral, marcada por el recuerdo de dos figuras que planean sobre la población por su alargada sombra: el recién fallecido Diogo Freitas do Amaral, cuya capilla ardiente se instaló en Cascais el sábado 5 de octubre, y la conmemoración de los 20 años de la muerte de Amália Rodrigues, la inconmensurable diva del fado que cualquier portugués idolatra hasta extremos inimaginables.

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