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Sobre cenizas

La explosión que siguió a esa escena dejó calcinadas a cerca de 80 personas y otras tantas tienen difícil sobrevivir en México

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Las imágenes de la multitud con botellas, bidones o cualquier otro soporte que sirviera para almacenar gasolina, recordaban a las de aquellos que han sufrido un terremoto -o una guerra- y reciben al camión del agua tras horas o días de inanición. La explosión que siguió a esa escena dejó calcinadas a cerca de 80 personas y otras tantas tienen difícil sobrevivir. Todos se abrían paso para robar un chorro de combustible de una enorme manguera de acero pinchada por uno o más de los suyos. La historia, trágica, podría repetirse en cualquier momento de este México que hoy llora a sus muertos.

El asalto y pillaje de oleoductos (el pasado año se registraron más de doce mil fugas provocadas) forma parte de una tradición que el nuevo presidente, Andrés Manuel López Obrador, intenta abortar con el despliegue de miles de militares y otras medidas que le han dado escaso, por no decir, ningún resultado. Tlahuelipan, el municipio donde el hongo de fuego, trasformado en llamas, convirtió en cenizas a aquellos angurrientos de gasolina (incluidos niños), estaba custodiado por efectivos de las Fuerzas Armadas que dejaron hacer lo que otros, como ellos, hicieron antes. La excusa para no detener aquel asalto a la gigantesca tubería que vertía el agua bendita de pobres y contrabandistas fue, oficialmente, «evitar males mayores». Ahora, mientras cuentan y almacenan los cadáveres en sábanas blancas, convendría preguntarse si sus argumentos responden a la verdad o, quizás, a otras razones más verosímiles o interesadas.

Los responsables del oleoducto, a poco más de una hora de Ciudad de México, tampoco parece que actuaran con diligencia. Aseguran que cerraron «el grifo» cuando percibieron que éste perdía presión. La grieta, abierta por los delincuentes, era de conocimiento público al menos dos horas antes de la explosión. Es decir, se supo con tiempo suficiente para poder evitar lo sucedido.

A la vista de los acontecimientos sorprende el apoyo de López Obrador a los militares. Tanto como su estrategia o decisión impulsiva de clausurar cuatro oleoductos de la estatal Pemex (Petróleos Mexicanos) como si ese fuera el remedio al saqueo o «huachicoleo» que ha provocado el desabastecimiento de combustible entre buena parte de la población.

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