NRA, la selectiva pero exitosa influencia del lobby de las armas

El poder real de la Asociación Nacional del Rifle es mucho mayor que su inversión

Manuel Erice Oronoz

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La indiscutible influencia de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés), uno de los lobbies con más capacidad de condicionar las voluntades políticas, no se basa tanto en la cantidad como en la calidad. Desde 1968, cuando la asociación creó un comité de acción para influir en los representantes electos, su trabajo ha sido cada vez más sofisticado y efectivo. La NRA financia la labor de muchos congresistas, entre los cuales los 81 que reciben más fondos son republicanos , tradicionalmente favorables a las armas de fuego. Un control de datos que completa con evaluaciones a los políticos, a quienes valora entre la A y la F, de acuerdo con su oposición o no a la restricción de armas de fuego.

Sin embargo, tanto el dinero que mueve el sector como las aportaciones económicas que salen de la NRA suman cantidades menores que otros negocios. Por ejemplo, el pasado año, gastó 4,1 millones de dólares en ejercer de lobby. Menos que la industria lechera (4,4) o que los promotores inmobiliarios (32,2). Los expertos sitúan el secreto del éxito de la NRA en la fase electoral, en la financiación de candidatos que abiertamente son favorables a las armas. Además de haber destinado más de 19 millones en 2016 en desacreditar a la demócrata Hillary Clinton, la asociación se gastó 12,2 millones en respaldar a 44 candidatos federales o estatales que ganaron.

La NRA se presenta a sí misma como «la organización de los derechos civiles más antigua de Estados Unidos», a la que pertenecen «orgullosos defensores de la Segunda Enmienda de la Constitución». Sus cinco millones de afiliados cuentan con un poder real mayor que quienes integran organizaciones con más potencial económico. El vínculo de la asociación nacida en 1871 con la tradición y la cultura de un país forjado con el uso de las armas de fuego le distancia de aquellos lobbies declaradamente económicos, aunque su fin último no deje de estar basado en preservar el negocio.

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