La segunda vuelta, la pesadilla de Evo Morales para su reelección

El líder socialista confía en ganar hoy por cuarta vez, pero habría balotaje

Evo Morales, en el acto de cierre de campaña esta semana REUTERS

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Por primera vez desde el 22 de enero del 2006, fecha en la que llegó a la Presidencia, Evo Morales (Movimiento Al Socialismo) podría verse obligado a disputar un balotaje (segunda vuelta) para conservar el poder. El dirigente -y líder del sindicato de la coca-, todavía es favorito en las elecciones de hoy pero el expresidente Carlos Mesa (Comunidad Ciudadana) amenaza con poner en riesgo lo que sería su cuarta victoria electoral consecutiva. Lograr más del 50% de los votos o el 40% con diez puntos de ventaja, son las dos fórmulas que le permitirían a Morales quedarse cinco años más en «la Casa grande del Pueblo», sede del Ejecutivo en La Paz.

«El Evo», como le conocía su pueblo antes de que se convirtiera en un líder con vocación de perpetuarse en el poder, podría evitar una segunda vuelta si la tendencia de ascenso de Mesa no es suficiente. En caso contrario, su futuro político se complicaría. De hecho, llegó a la recta final de la campaña más larga de la historia reciente de Bolivia, en un clima inusitado de tensión. Movilizaciones y protestas en puntos cardinales del país cuestionaron su liderazgo en el sector de la población que le aupó y le ha mantenido firme en la Presidencia durante este tiempo: los indígenas. Los incendios -con la misma preocupación por el fuego que Jair Bolsonaro en Brasil - de cuatro millones de hectáreas en las reservas naturales de la Chiquitanía (sudeste de Bolivia), el conflicto del litio y el paro general de médicos (desde hace dos meses) han hecho mella en un candidato que, pese a todo, resiste el desgaste del tiempo y manifiesta un profundo desprecio a la democracia.

Argucias de dictador

Este, es el principal reproche que le hacen sus adversarios, tanto Carlos Mesa como el tercero en carrera, el senador de Unidad Demócrata, Oscar Miguel Ortiz Antelo . El ejemplo más claro de los abusos de poder de Evo Morales se aprecia en la secuencia que siguió para presentar, a capón, su candidatura en estas elecciones. Prohibida expresamente por su propia Constitución, convocó un referéndum, el resultado fue negativo pero el último representante -con Nicolás Maduro- del eje bolivariano no respetó el resultado y recurrió a los Tribunales Supremo y Constitucional (hechos a su medida) para que, como hicieron, le permitieran aspirar a un cuarto mandato de cinco años.

«Hay que retomar los principios de la democracia y el Estado de Derecho», insiste Carlos Mesa, el hombre que amaga con hacerle sombra en las urnas. El expresidente (2003-2005), historiador y periodista, nunca como hasta ahora estuvo tan cerca de recuperar la Presidencia a la que llegó, desde la vicepresidencia, tras la huida de Gonzalo Sánchez de Lozada , como consecuencia de las revueltas callejeras en lo que se denominó «la guerra del gas».

Consciente de un escenario que le puede complicar el futuro Evo Morales apuró hasta el último minuto de campaña y denunció una conspiración en su contra. «Quieren quemar la Casa Grande del Pueblo y dar un golpe de Estado si Evo gana», clamó.

En cualquier caso, la ventaja del presidente es que mientras los experimentos del Socialismo siglo XXI fracasaron, en términos económicos estrepitosamente, en Venezuela, Ecuador y Argentina, en Bolivia las finanzas se han consolidado. El crecimiento sostenido de este país se coronará a fines de año, de acuerdo a las estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), con un 3,9%, dos dígitos envidiables entre sus vecinos sudamericanos. El dato lo exhibe Morales, de la mano de su vicepresidente Álvaro García Linera, que no olvida un reconocimiento importante: el Banco Mundial advirtió una reducción del 35% de la pobreza este año. Este número haría más que feliz al todavía presidente argentino Mauricio Macri , cuya gestión se recordó, con temor, en este campaña. El caso de Venezuela, los disturbios de Ecuador y la situación de Perú salieron a relucir en las últimas semanas pero ninguno irrumpió con la fuerza de la crisis de Argentina, que sobrevoló, en picado, como un cóndor de mal agüero en la campaña andina.

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