Pedro Rodríguez

El presidente y los jueces

Cada uno de los grandes presidentes ha cambiado el mundo pero ninguno lo ha hecho como quería

Pedro Rodríguez

No hace falta más que un vistazo al documento original de la Constitución de 1787 para entender que a juicio de los Founding Fathers la institución central en el sistema político de un país siempre nuevo como Estados Unidos era el Congreso. El Artículo Primero, dedicado al Legislativo federal, es con diferencia el más prolijo, detallado y relevante en un orden constitucional en el que el presidente era considerado más bien como una figura secundaria.

En la transición del siglo XIX al XX, y sobre todo con Franklin Delano Roosevelt a partir de 1933, la Casa Blanca se convertirá gradualmente en el foco principal de la política de Estados Unidos gracias a recesiones, guerras y los trascendentales retos planteados por el pulso con la Unión Soviética. Sin embargo, toda esa evolución hacia una Presidencia colosal también plantea un problema de extralimitación.

El profesor Jeremi Suri , en su libro «The Impossible Presidency», argumenta que la transformación de la Casa Blanca ha generado el poder ejecutivo más poderoso a escala global. Y al mismo tiempo, ha convertido a la Presidencia en una institución destinada al fracaso por el creciente abismo que existe entre su multiplicado poder y las expectativas muy poco realistas sobre su desempeño. Como resultado: «Cada uno de los grandes presidentes ha cambiado el mundo pero ninguno lo ha hecho como quería. A menudo ha sido lo contrario, especialmente en tiempos recientes».

Con una mayoría de cinco magistrados sobre un total de nueve, el Tribunal Supremo en Washington ha respaldado la última versión del veto migratorio que Trump ha venido queriendo implementar desde su toma de posesión. El fallo ha optado por respaldar lo que Trump «hace» e ignorar lo que Trump «dice». Y al pasar por alto la retórica del nacional-populismo, que impulsa soluciones drásticas a problemas terriblemente complejos, la Corte está colocando a Trump de lleno en esa paradoja que, de forma casi inevitable, conduce a la moderna Presidencia de Estados Unidos hacia el desastre.

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