Prayut Chan-o-cha, el general que quiere ser dictador

Tras retrasar los comicios media docena de veces, se ha asegurado la victoria con el control constitucional del Senado

Pablo M. Díez

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En la veintena de golpes de Estado, doce de ellos con éxito, que Tailandia ha vivido desde la abolición de la monarquía absoluta en 1932, el Ejército solía actuar como árbitro a petición del rey para acabar por la fuerza con las divisiones políticas. Tras poner paz, los militares volvían a sus cuarteles y entregaban el poder a los partidos políticos hasta la próxima asonada. Pero ese rol lo está cambiando el general Prayut Chan-o-cha, quien dirige el país desde el golpe de Estado que, en mayo de 2014, derribó al partido de la ex primera ministra Yingluck Shinawatra. Depuesta por el Tribunal Constitucional y condenada por nepotismo y fraude, está fugada igual que su hermano, el también ex primer ministro Thaksin, defenestrado por otra asonada en 2006.

Tras retrasarlas media docena de veces, Prayut se las ha ingeniado para seguir conservando el poder gracias a las elecciones de ayer. Aprobado por la Constitución, su control del Senado le da ventaja para formar Gobierno incluso aunque pierda el voto popular, lo que confirma su sed de poder. Todo apunta a que renovará su puesto como primer ministro durante los próximos cinco años, esta vez de forma legítima gracias a los comicios de ayer.

A sus 65 años, Prayut ha endurecido al conocido como «país de la sonrisa» recortando la libertad de expresión e incluyendo en la Constitución un controvertido Artículo 44 que, básicamente, le da poder absoluto. Su mano dura para acabar con la división entre «camisas rojas» y «camisas amarillas» la ha extendido incluso a las costumbres sociales, potenciando el papel del budismo como religión oficial del país. Estrictamente cumplida, durante las elecciones ha estado vigente una «ley seca» que prohibía vender alcohol para que nadie interfiriera en las votaciones. Con todas estas restricciones y las elecciones de ayer, que tuvieron lugar bajo una estricta «ley seca» que prohibía la venta de alcohol, el general Prayut quiere convertirse en el dictador de Tailandia.

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