Pedro Rodríguez - DE LEJOS

Yo, el pueblo

¿Hasta qué punto el nacional-populismo está transformando la esencia de la democracia?

Pedro Rodríguez

Ante tantos Catilinas para tan poco Cicerón, nos toca reflexionar con la mejor ayuda disponible sobre las raíces de un ciclo político tan problemático como tóxico, sobre todo para las democracias occidentales. Por ejemplo, Hannah Arendt, al analizar hace ya más de medio siglo las raíces del totalitarismo, advertía sobre la amenaza arrolladora del cinismo. Y destacaba lo fácil que resulta que la gente racional se desoriente y se deje persuadir, en el tumulto, de que todo es posible y nada es cierto.

Nadia Urbinati, prestigiosa politóloga italiana y profesora en Columbia University, también acaba de publicar un libro centrado en cómo el populismo está logrando transformar la esencia de la democracia. El título de su estudio no puede resultar más irónico: «Me the People» (Yo, el pueblo), con una profunda reflexión sobre cómo el populismo apalancado en lo digital está consiguiendo elevar hasta la categoría de líderes con grandes responsabilidades políticas a personajes como Boris Johnson o Donald Trump.

La responsabilidad de internet y las redes sociales resulta bastante evidente en esta transformación a peor de nuestras democracias. Con bastante más esperanza que experiencia, se creyó en un principio que el universo online sería una herramienta asequible y revolucionaria no solo para compartir información sino también para la interacción entre ciudadanos de a pie.

Sin embargo, todos esos ideales de empoderamiento democrático no se han materializado. Como dice la profesora Urbinati, «se ha sobrealimentado la transformación horizontal de la audiencia y se ha convertido al público en el único actor político existente fuera de las instituciones nacidas de la sociedad civil». Hasta el punto de que cuando el nacional-populismo llega hasta el 1600 de Pennsylvania Avenue o el número 10 de Downing Street se genera una nueva forma de gobierno mixto «en el que una parte de la población alcanza un poder preeminente sobre la otra». Hasta el punto de cuestionarse la democracia constitucional a través de una representación muy, muy sui generis del pueblo y la soberanía popular.

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