José M. de Areilza - monnet & co.

Un nuevo Macron

Macron sigue siendo uno de los pocos dirigentes capaces de mirar a largo plazo

El presidente Macron visita los desperfectos causados durante una manifestación de los chalecos amarillos EFE
José M. de Areilza

José M. de Areilza

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El presidente francés ha salido del bache tras la crisis de los chalecos amarillos. Lo ha hecho dedicando muchas horas a escuchar a sus conciudadanos y haciéndoles sentir que practica la empatía mejor que nadie. No en vano, Nicolás Sarkozy suele referirse a Emmanuel Macron con envidia: «Es como yo, solo que mejor». El joven presidente rectifica alguno de sus tics napoleónicos, recupera popularidad y vuelve a proponer grandes ideas sobre el futuro del continente. Pero algo ha cambiado desde sus primeros discursos sobre soberanía europea.

Macron sigue siendo uno de los pocos dirigentes capaces de mirar a largo plazo y proponer una visión estratégica. En su mensaje esta semana dirigido a todos los ciudadanos europeos articula tres ideas, libertad, protección y progreso, para un «renacimiento europeo». Acierta al afrontar los miedos a la pérdida del sentimiento de pertenencia nacional. También al proponer medidas para atajar la desconfianza en la democracia, la manipulación cibernética y someter a reglas del juego a las grandes empresas tecnológicas.

Como lo haría un buen conservador, apuesta por el control riguroso de las fronteras e incluye con realismo al Reino Unido en cualquier iniciativa de defensa europea. Pero en el terreno económico, presenta una visión que puede dar al traste con el lado positivo de la globalización. Quiere revisar de arriba abajo la libre competencia y la política comercial de la Unión, a favor de una preferencia europea, directamente inspirada en EE.UU. o China. Si no hila fino, este camino puede llevar a un proteccionismo estéril y a destejer el logro del mercado interior y de una Organización Mundial del Comercio impulsada en su día por la mejor UE.

Macron insta en su misiva a mirar más allá del Brexit y a participar en las elecciones europeas movidos por los ideales civilizatorios de la integración. Pero para no molestar a Alemania, no dice nada apenas del rediseño de la moneda común, más urgente a medida que las noticias económicas empeoran. Demuestra así que su prioridad es tener opciones para ser reelegido un día presidente de Francia y no tanto coronarse en Bruselas.

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