El Nobel de Medicina Jeffrey Hall llama a Trump «antintelectual» y lo acusa de «odiar la ciencia»

Hall, junto a sus compatriotas Michael Rosbash y Michael W. Young, logró el galardón por sus descubrimientos de los mecanismos moleculares que controlan el «reloj biológico interno» por el que los seres vivos se adaptan a las rotaciones de la Tierra

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump REUTERS

EFE

En el actual Gobierno estadounidense hay mucha gente que «odia la ciencia y la teme» y el presidente Donald Trump es «extremadamente antintelectual», asegura a Efe el científico Jeffrey Hall, uno de los ganadores este año del Premio Nobel de Medicina.

Hall, junto a sus compatriotas Michael Rosbash y Michael W. Young, logró el galardón por sus descubrimientos de los mecanismos moleculares que controlan el « reloj biológico interno » por el que los seres vivos se adaptan a las rotaciones de la Tierra.

Retirado hace diez años en la zona rural de Maine (noreste de EE.UU), Hall decidió renunciar a la investigación cuando se quedó sin fondos y aunque habría podido seguir cobrando el sueldo «por hacer casi nada», esa era para él una opción «ofensiva».

Hoy en día, la cantidad de dinero disponible para investigación «baja, baja y baja», señala Hall en una entrevista con Efe. Porque, agrega, « mucha gente que está ahora en el Gobierno de Estados Unidos odia la ciencia y la teme . No quieren que haya investigación científica».

Una administración cuyo presidente es « extremadamente antintelectual, incluido anticiencia », tanto que este año Trump se «negó» a recibir a los ganadores estadounidenses del Nobel. «A mí no me importa -acota-, porque habría rechazado encontrarme con él, pero lo relevante es que él no quiso».

Hall cree que en su país la religión tiene una «grandísima» influencia y "una de las características de la religiosidad ferviente es negar la ciencia" e incluso querer que la Biblia «sea considerada como un libro de historia y de ciencia».

Aunque dejó de investigar forzado por las circunstancias, no se queja, porque durante 35 años sí dispuso de fondos. «Eso es mucho tiempo y estoy muy agradecido», explica Hall, que acaba la frase con un: «nada dura para siempre».

Nacido en Nueva York en 1945, el científico habla con absoluta naturalidad de cualquier tema y cuando el hilo de su argumento le lleva a subir ligeramente el tono, da golpecitos con el brazo sobre la mesa.

La Academia Sueca ha reconocido sus trabajos para descubrir cómo funciona el reloj interno de los seres vivos para adaptarse a la fases del día y de la noche, para lo que trabajaron con la mosca de la fruta en la que aislaron un gen que controla el ritmo biológico.

Desde el anuncio del premio mucho se ha hablado de la importancia que pueden tener en el ser humano las investigaciones de los ritmos circadianos y Hall está «cansado» de que le pregunten siempre lo mismo.

Por eso ahora su respuesta es: «Sí, quizás sea importante a mediados de este siglo, cuando sepamos más. En la actualidad nuestra investigación no es significativa (para las personas), pero tiene el potencial de serlo».

De igual manera se niega a entrar en las «hipótesis» sobre si pueden ayudar a prevenir o curar enfermedades. «No le voy a decir nada sobre ello, porque no sabemos lo suficiente», zanja Hall, para quien «lo que sabemos hasta ahora de los ritmos (circadianos) es lo suficientemente interesante» para seguir investigando.

Y al hablar de esas hipótesis se refiere a las revista científicas. «Cada cosa de esos artículos es exagerada, errónea o ambos», por lo que defiende que solo hay que leer estudios de primera mano.

En esas publicaciones «si escribes sobre la realidad -y lo sé porque me ha pasado- te dicen que no quieren ese artículo: "hazlo más significativo", pero yo dije que no».

Hall dedicó casi toda su investigación a trabajar con la mosca de la fruta -«la pequeña mosca», como él la llama-, al principio solo desde el punto del vista genético y luego también biológico.

Un animal que se comporta «de una manera muy sofisticada, su comportamiento no es simple, es interesante», además «es fácil trabajar con esos organismos» pues hay menos limitaciones, «puedes hacer lo que quieras con un insecto».

De todas formas, él siguió el consejo de su primer mentor: «Ama a la pequeña mosca además de trabajar con ella, si lo haces, lo creas o no, tu investigación será mejor».

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