Robert Mugabe: la caída de uno de los líderes africanos más relevantes

A pesar de su crueldad, sigue siendo un héroe para millones de africanos

AFP

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Robert Mugabe alardeaba de haber muerto muchas veces. También de que «él era Zimbabue» y que «Zimbabue era suyo». Lideró la lucha contra la dominación minoritaria blanca , fue defensor de la reconciliación racial al llegar al poder y gobernó Zimbabue durante casi cuatro décadas que dieron para mucho. No todo fue malo. Fue héroe primero y tirano después. Solo su propio ejército liderado por su mano derecha, Emmerson Manangagwa, logró terminar políticamente con él. Y murió lejos de su amado país después de arrasarlo.

Mugabe destacó siempre por su intelecto, su tenacidad. De hecho fue el presidente mejor educado del continente gracias a sus estudios en reputadas universidades. Pero también se le conocía por su astucia y mano dura que le valió la condición de tirano. Su lucha por la libertad del pueblo de Zimbabue comenzó a su regreso al país en 1960, donde se coló en la oposición -entonces clandestina- para acabar liderando la Unión Nacional Africana de Zimbabue (Zanu, por sus siglas en inglés). Desde prisión, donde siguió estudiando, manipuló los procesos del partido para convertirse en secretario del Zanu en 1974. Después de su liberación se exilió pero no abandonó la cruzada personal contra sus detractores -tanto dentro como fuera de su partido- hasta que logró el completo control del Zanu, justo a tiempo para ganar las elecciones en 1980 tras fusionarse con el Frente Patriótico. Eran buenos momentos para el nuevo primer ministro y había mucho que hacer empezado por «crear» una nueva nación y forjar el mejor sistema educativo de África. Sin embargo, Mugabe era tan querido ya entonces como temido, incluso por aquellos que lucharon a su lado para liberar al país.

Dicen que la negativa del gobierno minoritario de Ian Smith a concederle la libertad condicional para asistir al funeral de su hijo de tres años –muerto en Ghana de malaria en 1966- podría explicar la amargura de Mugabe. Controlador nato y ávido de poder, se le recordará por oscuros episodios como la campaña de terror estatal «Gukurahundi» por parte de la Quinta Brigada –entrenada en Corea del Norte- donde se estima que fueron asesinados 30.000 civiles de la comunidad Ndebele en la década de los 80. Su crueldad traspasó fronteras, envió soldados para morir en la República Democrática del Congo y no pestañeó a la hora de reprimir a sus rivales políticos o a cualquiera que le llevara la contraria. Sin embargo, fueron los asesinatos a granjeros blancos -Mugabe alentó a sus compatriotas a tomar la tierra por la fuerza si era necesario- y la confiscación de sus granjas lo que despertó a una hasta entonces adormecida comunidad internacional. Su política de reforma agraria destruyó el crucial sector agrícola y provocó que los inversores extranjeros huyeran, algo que precipitó el hundimiento de su economía, que tocaría fondo en 2008 con un paro que rondaba el 80%.

A pesar del declive del país y la pérdida de apoyos por el ascenso de su mujer, Grace Mugabe, el veterano líder se veía dirigiendo el país «hasta que Dios diga ven», según él mismo dijo en discurso ante la Unión Africana en 2016. Sin embargo, no hubo un octavo mandato tal y como él hubiera deseado y a pesar de ser por aquel entonces el jefe de Estado más longevo del mundo con 93 años. Su mano derecha y “partner in crime” Emmerson Manangagwa le arrebató el poder tras un golpe de estado.

A pesar de todas las atrocidades, China le otorgó su Premio Confucio de la Paz , una réplica al comité Nobel, en 2015.

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