La muerte política de Nicolas Sarkozy: de presidente a víctima de sí mismo

Toda la campaña de Fillon ha reposado en ese recuerdo cruel: incumplió sus promesas; y su gesticulación verbal, permanente, no podía ocultar el lastre de su herencia

Corresponsal en París Actualizado: Guardar
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Nicolas Sarkozy ha sido víctima de Nicolas Sarkozy. Su desbordante energía y activismo permanente terminó cansando a los electores de centro y derecha, decepcionados.

Sarkozy fue elegido presidente de la República, el mes de mayo de 2007, prometiendo la «ruptura» con el inmovilismo de las izquierdas y el inmovilismo de las derechas.

Sarkozy prometía «romper» con la herencia de unos presidentes (Mitterrand, socialista, y Chirac, conservador) que habían iniciado el «declive» de Francia. Su programa se resumía en dos palabras: «Una Francia fuerte».

Cinco años después, los electores de centro y derecha comprobaron que Sarkozy había subido los impuestos, había agravado los déficits y la deuda del Estado, incrementando el paro. Durante la campaña de 2012, Sarkozy volvió a prometer la «auténtica ruptura».

Los electores debían elegir entre la decadencia tranquila de François Hollande y la decadencia gesticulante de Sarkozy. Y votaron a Hollande.

Cinco años después, los impuestos han seguido creciendo, el déficit y la deuda del Estado no han dejado de crecer, y Francia es el farolillo rojo del crecimiento europeo.

«Una Francia fuerte»

Ante esa herencia socialista, las primeras elecciones primarias de la derecha y el centro de la historia política de Francia, Sarkozy volvió a la carga con el mismo programa: «Una Francia fuerte». Pero François Fillon, el primer ministro de Sarkozy, durante todo su mandato presidencial, clavó una cuña asesina: recordando a los electores de centro y derecha que, en verdad, Sarkozy nunca consumó la “ruptura” prometida el 2007.

Toda la campaña de Fillon ha reposado en ese recuerdo cruel: Sarkozy incumplió sus promesas; y su gesticulación verbal, permanente, no podía ocultar el lastre de su herencia… más impuestos, más deuda, más déficit.

Presentándose como el candidato conservador que cumplirá sus promesas, Fillon mató dos pájaros / rivales con un solo tiro: arruinó la campaña de Sarkozy; y dejó al descubierto la «debilidad» presumida de su segundo rival, Alain Juppé, alcalde de Burdeos, de quien se sospecha un cierto «inmovilismo tradicionalista», poco dado a ningún tipo de «ruptura».

Votando a Fillon en la primera vuelta de las primarias conservadoras, los electores de centro y derecha apoyan un proyecto conservador “enérgico”, presentado con cierta continencia verbal. Se esperan de él menos palabras y más energía genuina.

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